120 JOSÉ SEMPRÚN BULLÓN
partidarios, acaso unos cien mil, con casi un centenar de cañones, muchos
de ellos procedentes de la base naval de San Blas, en la costa del Pacífico,
tomada en noviembre por otro jefe rebelde, el cura Mercado.
El 17 de enero tiene lugar el encuentro en el puente de Calderón; los
realistas obtienen una victoria completa, con apenas un centenar de bajas.
Tras esta derrota el contingente principal de los insurgentes se dispersa.
Hidalgo y otros jefes se retiran hacia el Norte, mientras van siendo abandonados
por muchos de sus seguidores; al tratar de dirigirse a los Estados
Unidos caen en poder de las fuerzas realistas; el jefe insurgente y dieciocho
de sus oficiales son pasados por las armas.
La jefatura principal de la insurgencia pasa ahora a López Rayón que
temporalmente ocupa Zacatecas. Mientras otro cura, Morelos, inicia a principios
de 1811 la actividad insurgente en el Sur, donde no tardará en obtener
éxitos de importancia aprovechando la circunstancia de que, como sabemos,
la mayor parte de las fuerzas eficaces disponibles para la causa realista están
siendo utilizadas en el sector centro-norte.
Pronto el nuevo caudillo se convierte en el sucesor de Hidalgo a la cabeza
de la insurrección. Dará a la lucha un carácter ideológico, en apariencia
al menos, no tan radical y declaradamente indigenista, lo que le permitirá o
facilitará ampliar su base hacia ciertos sectores de la burguesía o el elemento
criollo. Por otra parte se preocupará de aumentar el nivel cualitativo de sus
fuerzas, aún a costa de disponer de un número de efectivos más reducido.
A lo largo de los meses siguientes conseguirá logros en el nivel de organización,
disciplina, armamento y efectividad de sus fuerzas, que aunque
infinitamente menos cuantiosas que las que secundaron el movimiento revolucionario
en sus primeros momentos, no por ello dejan de ser importantes;
en su momento de máxima expansión en 1813 alcanzan una cifra próxima
a los 20.000 combatientes organizados. Se articulan en regimientos de alrededor
de un millar, y en el de los «cincuenta pares», escolta del caudillo
insurgente.
Deben atender las autoridades virreinales al levantamiento de fuerzas
para combatir a la rebelión. Proceden en primer lugar a la movilización de
las fuerzas de la milicia provincial que han permanecido fieles y tras obtener
las primeras victorias sobre los insurrectos, lo que les proporciona un pequeño
respiro, a la sucesiva reorganización de las unidades que han pasado a la
insurrección en las primeras semanas.
Pero pronto estos contingentes se revelarán numéricamente insuficientes
para sostener la lucha de las características de la que tiene lugar en
el virreinato. El carácter irregular y de campaña de guerrillas y formaciones
móviles que adquiere la campaña hace que las fuerzas del orden necesiten
Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2021, pp. 120-148. ISSN: 0482-5748