212 MARÍA SAAVEDRA INARAJA
A partir de estos datos, vamos a tratar de responder a la pregunta que
ha estado presente a lo largo de todo este artículo: ¿tenía razón Rodil al
pensar que el auxilio vendría de una España que se negaba a reconocer la
independencia del reino del Perú? ¿Enviaría el rey una escuadra que desde
el Callao desembarcara tropas para reconquistar el territorio perdido?
A mi juicio, las esperanzas se centraban en dos posibilidades: que el
rey organizara una escuadra con tropas suficientes para que, unidas a los
que aún resistían, volvieran a ocupar el territorio, o bien una intervención de
la Santa Alianza, que ya se había visto una vez que no era un mero recurso
retórico del Congreso de Viena, sino que había actuado con efectividad restableciendo
a Fernando VII con plenos poderes.
En el caso de que la primera opción fuera viable, tras la batalla de
Ayacucho una opción sería que los militares realistas embarcados hacia
España desde distintos puertos americanos, conocedores de la realidad de
aquellos reinos, regresaran a América. Pero estos militares tenían ya poca fe
en la recuperación de América, y esa falta de entusiasmo se transmitía. Un
realista que combatió en Perú, García Gamba, relataba el asombro con que
los españoles acogían las derrotas de las tropas del virrey del Perú, pareciéndoles
que aquel bastión nunca habría de caer31.
En cuanto a la Santa Alianza, hemos de considerar que las potencias
europeas, lejos de querer apoyar al rey de España, veían con ambición las
posibilidades comerciales que se abrían ante la ruptura del monopolio hispánico
con América. Por tanto, no se iba a implicar en este proceso de reconquista,
muy distinto a la realidad de restablecer en España un orden frente a
los revolucionarios.
Pero además resulta muy significativa la falta de realidad en la que estaban
sumergidos los políticos, o al menos eso se deduce de las mencionadas
actas. Por una parte, saben que Inglaterra ha reconocido la independencia
del Perú, y que enviará un delegado al congreso de Panamá convocado por
Bolívar. Esta noticia se comenta en el Consejo del día 14 de febrero de 1826.
Y en la misma sesión, los consejeros ponen de manifiesto su absoluto desconocimiento
de la realidad americana. El secretario de despacho de guerra
leyó una carta de Rodil fechada el ¡29 de julio de 1825! En la que asegura
31 «Llenas todavía las cabezas de los españoles de los asombrosos triunfos obtenidos en el
Perú en 1822 y 1823, cuyos detalles hacía poco que se habían conocido en Europa, que
habían merecido grande aprobación y grandes aplausos á los vencedores hasta en los
teatros de Madrid, la completa derrota del mismo ejército en Ayacucho era apenas creíble
y causaba por lo tanto su noticia la más inexplicable sensación. En este estado, pues,
de disculpable sorpresa común, no sólo las especies ofensivas, sino las inverosímiles y
hasta las más absurdas eran lamentablemente recibidas sin examen». (García Camba,
1916, p. 413). Citado por Rodríguez Aldana, Christian, op. cit. en pág.139
Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2021, pp. 212-216. ISSN: 0482-5748