42 ENRIQUE MARTÍNEZ RUIZ
de un ejército de 20.000 hombres de infantería y 1.500 de caballería, dotados
con artillería para pasar a América: sería la Gran Expedición de Ultramar,
la Expedición Grande a Ultramar o, sencillamente, la Gran Expedición.
Pero además de llevar tiempo la reunión de tales efectivos, su número sería
inalcanzable y el espíritu de los que se reunieron no prometía gran cosa.
Cuatro años después, en junio de 1819, el contingente reunido estaba en
torno a los 14.000 hombres de todas las armas y ninguno, prácticamente,
deseaba participar en esa empresa47. Ugarte tendría un destacado papel en
los preparativos de la expedición, como lo había tenido en la compra de los
barcos rusos, que en teoría eran los destinados a llevar a este ejército al otro
lado del Atlántico. Enrique O’Donnell, conde de La Bisbal fue nombrado
jefe del ejército expedicionario.
Los preparativos se hicieron con una enorme lentitud, que favoreció
el contacto entre las diversas unidades acantonadas en espera de ser embarcadas,
lentitud y contactos que facilitaron la difusión de una activa propaganda
para fomentar aún más sus escasas ganas de ser llevadas a América,
contribuyendo agentes de los americanos sublevados a crear un estado de
ánimo en los soldados opuesto a la expedición, resultando una conspiración
canalizada por la masonería48.
Los conspiradores confiaban en La Bisbal, pero la incorporación al
ejército del general Sarsfield trastocó sus planes, pues el recién llegado
no pudo ser ganado para la causa, al contrario se mostró irreductible defensor
del rey y dispuesto a combatir el alzamiento, actitud que manifestó
claramente a La Bisbal, pidiéndole que tomara medidas disciplinarias para
abortar la conspiración. La actitud de Sarsfield dejaba al general en jefe
en una posición muy resbaladiza. En Madrid comenzaban las sospechas.
O’Donnell decidió actuar el 7 de julio de 1819 y en el transcurso de los
ejercicios habituales de instrucción, ordenó la detención de los comandantes
47 «Por de pronto, apenas se hallaba alguno que otro individuo que no fuera allí destinado
de una manera violenta o poco menos. Casi todos los soldados procedían de la guerra
de la Independencia y habían cumplido el tiempo de servicio… Aunque el señalamiento
de los cuerpos parece haberse hecho por sorteo, nadie dudaba de que había tenido en él
más parte la parcialidad que la suerte. En la Infantería había bastante número de jefes y
oficiales a quienes se concedió ascenso a condición de quedar nulo si no se embarcaban;
pero la caballería pareció haber sido elegida para concluir con todos los oficiales sobrantes
de esta arma. El que era destinado a uno de los cuerpos del ejército de Ultramar
no tenía más recurso que marchar o pedir su retiro. Este lo solicitaron tantos de los que
recibieron aquel destino, que los jefes y oficiales de los tres regimientos se renovaron
cuatro o cinco veces». Abad de Santillán, Diego: Memorias, t. I, págs. 9-10, citado por
Artola Gallego, Miguel: op. cit., pág. 634.
48 Un relato pormenorizado de la conspiración y su desarrollo posterior, en Alcalá Galiano,
Antonio: Recuerdos de un anciano. Imprenta Central, Madrid, 1878. El autor fue uno de
los más directamente implicados en los hechos que relata.
Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2021, pp. 42-50. ISSN: 0482-5748