138 JOSÉ SEMPRÚN BULLÓN
Enseguida reaccionan los en ese momento defensores de la causa realista,
que hasta entonces ha sido la de la Metrópoli; mandos del ejército,
autoridades políticas, económicas y eclesiales vinculadas a la situación virreinal,
participan en el llamado plan de la Profesa –del nombre del convento
de la capital donde se reúnen– uno de cuyos animadores es el canónigo
Monteagudo. Se trata de impedir en la práctica la aplicación en el virreinato
de las medidas de carácter liberal que dictan o se espera dispondrán las nuevas
Cortes españolas.
Ya en esos días los planificadores del movimiento consiguen la adhesión
del prestigioso jefe militar Agustín de Iturbide, que en un primer
proyecto dirigiría un pronunciamiento en la capital del virreinato. También
logra la de otro cualificado mando realista, el ahora coronel Gómez Pedraza.
Este y otros de los implicados preconizan otra opción estratégica: iniciar
un movimiento en zonas exteriores, aún en la zona Centro, dejando para la
última fase de la campaña la ocupación de la capital.
También emprenden negociaciones con jefes insurgentes, Guadalupe
Victoria y Guerrero. Este trata de imponer condiciones políticas, pero no
logrará sino vagas promesas de ventajas de carácter personal.
A fin de poner en práctica sus proyectos, en octubre de 1820 los inspiradores
de la nueva revuelta logran del virrey la designación de Iturbide
para hacerse cargo de la Comandancia del Sur, donde reemplaza al brigadier
Armijo.
Y efectivamente el jefe realista se pronuncia en febrero siguiente en
la localidad de Iguala, a calculada distancia de la capital.
El proyecto político del levantamiento será por ello conocido como
«Plan de Iguala». Su base son las «tres garantías» por lo que aquel recibirá
el apelativo de «trigarante»: la defensa de la religión, la independencia y la
unión íntima de americanos y europeos.
Otro de los pronunciados es el ahora coronel Anastasio Bustamante:
médico de profesión, alistado en las fuerzas realistas desde los primeros
tiempos de la insurrección de Hidalgo y que se ha distinguido en multitud
de campañas. Ahora se suma al movimiento, aportando una caución para el
mismo ante muchos de sus homólogos en el mando militar.
Con gran rapidez, a lo largo de las semanas siguientes, el movimiento
gana la adhesión activa o pasiva de muchos de los mandos virreinales, especialmente
de jefes subalternos, incluyendo muchos de los de procedencia
peninsular14.
14 El levantamiento de Iturbide e.o. en T. Anna, El imperio de Iturbide. México, 1990; v.
también las memorias de dicho caudillo, Madrid, 1916.
Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2021, pp. 138-148. ISSN: 0482-5748