180 dosier primera bandera de paracaidistas
revista de aeronáutica y astronáutica / marzo 2022
oficiales a quienes arrastró su entusiasmo, reforzado
por las noticias de las hazañas que los paracaidistas
de ambos bandos realizaban en la Segunda Guerra
Mundial (Eben-Emael, Creta, Sicilia, Normandía, Las
Ardenas…), comenzaron el paracaidismo en España.
De esta forma, en agosto de 1947, se creaba la Escuela
Militar de Paracaidistas y, precisamente también en
él, recayó el nombramiento como jefe y director.
Poco a poco, la entidad de aquella 1.ª Bandera fue
creciendo hasta alcanzar una plantilla de 444 efectivos.
Enseguida el comandante Mariano Gómez Muñoz,
alumno del segundo curso de paracaidismo, tomó las
riendas de la Unidad. Su visión de futuro y denodado
esfuerzo, plasmado en numerosos informes, estudios,
monografías y estadísticas sobre los más diversos temas,
fueron moldeando y dando forma a la unidad que
quedó acuartelada en uno de los edificios en construcción
de la que iba a ser la Academia General del
Aire en el aeródromo de Alcalá de Henares. Estas instalaciones
eran poco menos que inhabitables, incluso
para los duros y voluntariosos paracaidistas, que finalmente
forzaron su traslado a la Escuela de Ingenieros
de Cuatro Vientos. En septiembre de 1947 se recibe la
orden de que todo el personal, debía efectuar el curso
de paracaidista en la recién creada escuela, curso
en el que se diplomarían simultáneamente los futuros
profesores. El material con que contaban eran diez
paracaídas ya viejos en no demasiado buen estado,
un avión Junker Ju-52 y otro Savoia 81, cargados de
horas de vuelo. No obstante, con
estos mimbres se dio el pistoletazo
de salida al paracaidismo militar en
España, fruto de la ilusión de aquellos
que dejaron sus armas en el
Ejército de Tierra para convertirse
en paracaidistas. El curso finalizó
con la entrega de 165, de un total
de 174 que comenzaron, diplomas
por parte del general Longoria que,
como jefe del Estado Mayor, acudía
en representación del ministro, el
general Gallarza.
Como anécdota, he de comentar
que, en el segundo curso, en el que
tomaba parte D. Mariano (como se
le conoce en el mundo del paracaidismo,
quien llegará a ser general
de división) Gómez Muñoz, se lanzó
a un chivo que, por no estar debidamente
asegurado, se estampó
contra el suelo. Desde luego, visto
desde nuestra perspectiva, no
parece que resultara un método
demasiado efectivo para lo que nos referimos como
«quitarle hierro al asunto». Pero así fue como sucedió.