revista de aeronáutica y astronáutica / marzo 2022
el Spanish Hospital de Bagram 219
do a un hijo con su padre. Y, al día siguiente,
con su madre. Que a nosotros
nos informará del hijo pero nos unirá,
aunque únicamente termine siendo
un espejismo, al padre, a la madre, a
la abuela, al tío (en lejanas tierras) y al
hermano pequeño.
Tú, expresión de nuestra modernidad.
Modernidad sobre la sólida base
de un apoyo burdamente artesanal.
Pero tras todo ello, a pesar de todo
ello, sufrimiento. Omnipresente, ¿por
qué tan patente?, y permanente. Os
vemos, os miramos y nos conmueve
vuestra aflicción.
Tumbados en las camas. Inmóvil tú,
tranquilo pareces. Agitado tu compañero.
Sereno, incluso apacible aparentas.
Tu compañero no. Intranquilidad,
desasosiego, excitación no exenta de
confusión, desazón y, me temo que,
de dolor y, por qué no, temor.
Nos hemos dotado de, y os ofrecemos,
medios excelentes. Si, excelentes
dado el contexto. Nuestro objetivo una
alternativa. Nuestro recurso, la esperanza.
Nuestro instrumento, la analgesia.
Sin embargo, no es la ilusión quien
envuelve la escena. Lo más palpable, y
vuelvo al inicio, es el sufrimiento.
Sufrimiento, el vuestro como expresión
de un dolor que no conseguimos
calmar, y el nuestro como expresión
de una limitación que nunca conseguiremos
superar. Realidades ambas,
tercas, tenaces, pertinaces, «tozudas»
realidades.
Pero empeño mutuo y común, tan
tenaz y pertinaz como aquella. No,
no cejaremos en combatirlo, ni tú ni
tu compañero os rendiréis jamás. No,
no os abandonaréis jamás a esa realidad.
Empresa colectiva tuya, nuestra,
ilusionante y estimulante, necesaria y
obligatoria. Anhelo, afán y deseo de
todos. Objetivo de todos. Superar el
dolor, expresar el amor, vislumbrar la
divinidad.
Tú, chico. Un día te nos presentas.
Los americanos preguntan si tenemos
tubo para un niño de 7 años. Esta
fue la primera noticia de tu existencia.
Nuestro anestesista, contemplando
contingencias factibles aunque improbables,
dada la misión de Apoyo
a la Fuerza encomendada, se había
dotado de este recurso.
Así te conocimos. No inconsciente
cómo nos habían notificado por radio.
Sin requerir intubación. Gracias a Dios
con lesiones menores de las comunicadas
inicialmente. Múltiples heridas
por metralla en el lado izquierdo. Aunque
de escasa gravedad.
Pastún de origen. Residente en
una aldea comprometida por la
Operación Anaconda. Huérfano en
mitad del combate. Huésped en un
centro intruso y extraño. Te curamos
las heridas, pero permaneciste lejano,
distante, mudo. No, no era el farsi
tan distinto. Te encerraste. Te dejaste
atender. Comida, ropa y cama. Afecto.
Tu presencia, ajena. De pronto una
mueca, un mohín. El ogro, el asno, el
dragón, tal vez la princesa. Ahora ya,
por fin, una sonrisa. Presencia relajada,
cercana, abandonada, confiada,
participante. Por fin estás entre, estás
con, nosotros. El «abuelo» te ve, pasados
los años, en la fotografía. Se
emociona. Los recuerdos afloran. La
memoria los guarda, los sentimientos
tiran de ellos.
Todavía debías mostrarnos el horror
del odio. La recién nacida dos veces.
La cesárea y posterior reanimación.
También doble la alegría. La celebración,
la presentación. Pero enseguida,
la brutalidad del odio atávico, nuestra
sorpresa y espanto. Brusca separación.
Realidad compartida desde el ancestral
enfrentamiento, sin respeto a
la inocencia de la infancia. Realidad
con escaso margen para la esperanza.
Pero tú y la recién nacida dais sentido
a nuestro esfuerzo. Por vosotros nuestro
sacrificio.
Siempre presente en el contexto,
la precariedad. La vuestra, la nuestra.
Creemos saber, creemos entender
aquello que este término expone y
representa. Y, también, denuncia. Con
qué facilidad el significado cambia,
muta, se altera. Tal vez no el sentido
sino la categoría. Quizás no el hecho,
sino la perspectiva.
Te observo llegar. No vienes, te
traen. Te arrastran, mejor, te empujan.
Tú, dolorida, intranquila. El rostro
quebrado por el sufrimiento. Este y el
que te acompaña desde tu nacimiento.
Despiertas compasión. Tu dolor lo
hacemos nuestro.
Pero, como en un regalo, tu sufrimiento
se nos representa en el envoltorio
del contexto. Más compasión.
Experiencia Más punzante, más lacerante tu dolor.