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revista de aeronáutica y astronáutica / marzo 2022
el Spanish Hospital de Bagram 221
turo de escarnios para el hijo, ¿algún
tipo de futuro para la niña?
No lo sé, pero tu imagen, como
paradigma de la soledad, de esa que
es exigida y no elegida, de esa que,
como pesada losa, aplasta la mínima
posibilidad de esperanza, no de
aquella ascética, electa y liberadora,
antesala de iluminación y redención,
se me representa como la expresión
de una cruel realidad colectiva.
Únicamente me queda la esperanza
(deseo tal vez) de que hayamos
sido capaces de proporcionarte, a ti
o a tu hijo, el cuidado demandado,
la asistencia adecuada y un poco del
cariño y afecto negado. No otra cosa
estamos en condiciones de ofrecerte.
También vosotros os hacéis presentes.
Todavía os recuerdo. Sentados al
calor de los rayos del sol de marzo,
esperando no sé si teníais claro que.
Tranquilos, afables, confiados, casi
indiferentes a los extranjeros recién
llegados y, me atrevería a decir, a sus
intenciones.
Siempre me sorprendí de vuestra seguridad,
de vuestra despreocupación.
Casi parecía que pecabais de vanidad,
no sé si de soberbia. ¿Por qué, me preguntaba?
¿Por qué, ante la escasez,
ante la penuria y el dolor? Me ha costado
entenderlo. Y no ha resultado fácil.
Ni siquiera sé si lo he logrado.
No es fácil entender una realidad
distinta, ajena, y, mucho menos cuando
te acusa, te señala con el dedo
inclemente e inmisericorde. Sí, creo
que ahora os comprendo. Simplemente
sois ancianos, un referente
para todos vuestros hijos, para vuestros
descendientes. Un bien, un tesoro.
Vuestra edad os proporciona
conocimiento, experiencia y ésta os
confiere respeto, valor y autoridad.
Así de satisfechos estáis, orgullosos,
casi diría que vanidosos. Con razón.
Mientras yo, ahora, envidioso.
Sí, envidio vuestro papel, vuestro
«rol» como nos gusta decir desde la
post-modernidad. Hemos ido más
allá de la modernidad y, ahora, nuestros
ancianos son viejos (nos gusta
usar el eufemismo de «mayores»),
nuestros padres una carga, la experiencia,
una antigualla inservible.
Los echamos de nuestras casas,
que ya no son suyas, los abandonamos
en guetos y los mandamos lejos,
aunque sea de vacaciones a las playas
del levante. No, no los queremos
con nosotros. Molestan. ¡Quién nos
iba a decir, cuando fuimos, que nos
enseñaríais tanto!
Y, ahora, vuelvo a ti, nuestro Spanish
Hospital. No, no es el sacrificio la
imagen con la que te recordamos,
pequeño y acogedor hospital, aunque
así te nos representas. No, no
es la limitación tu imagen identitaria,
aunque te instaláramos en ella.
Montañas, altas, muy altas. Bellas,
magníficas. Próximas, tal vez no lo
suficiente, aunque demasiado poco
alejadas durante tantos días. Siempre
referente, siempre incitadoras de un
más allá, hacia un más allá que únicamente
asciende.
Superaste nuestras deficiencias y
expectativas. Proporcionaste consuelo
y auxilio. A nosotros, extrañamente,
incluso satisfacción. Fuiste magnífico,
todavía lo eres. Expresión colectiva de
ilusión para todos. De esfuerzo para
nosotros. De esperanza para ellos.
Debíamos, queríamos hacerlo y lo
hicimos. n
Consentimiento
Precariedad