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mientras Europa hacía poesía, aquí inventamos el submarino 307
destacan algunos como, Leonardo
Torres Quevedo, matemático e ingeniero,
prolífico innovador y genio de
su tiempo, creador del primer juego
por ordenador de la historia.
Ramón Varea ingeniero, escritor
e inventor, y que dejo huella en la
historia de la computación, ideando
y patentando hacia 1865 en Nueva
York la primera calculadora mecánica
capaz de realizar multiplicaciones
directamente que admitía hasta de
seis números en el multiplicador y
quince en el producto.
Probablemente el gallego Varea
ya era consciente de este vacuo
complejo de inferioridad que invadía
el espíritu de muchos y cuyos
síntomas era el desdeño a lo español
y el halago a lo foráneo. Llegó
a asegurar que solo había creado
la calculadora para demostrar que
un español podía «inventar tan bien
como un americano».
Rápidamente vino a mi memoria
otro desafío: el automóvil deportivo
Pegaso Z-102, que muchos aún recuerdan
y que obtuvo el récord de
velocidad del mundo en 1953, fruto
del reto del ingeniero barcelonés
Wifredo Ricart, conocido por sus
desarrollos y estudios en la industria
de la automoción y aeronáutica. Desgraciadamente
el proyecto finiquitó
en 1958.
Mención aparte es el caso del ingeniero
y científico Emilio Herrera precursor
clarividente de la aeronáutica
internacional y cito literalmente: «Sus
estudios e investigaciones le llevaron
al convencimiento de la posibilidad
del viaje espacial, presentando en la
década de los años 30 un proyecto
de viaje a la Luna tripulado». En 1936,
Herrera también diseñó y construyó
el primer traje espacial de la historia.
Se trataba de una escafandra estratosférica
para ascensión en globo
libre con barquilla abierta hasta los
25.000 metros; indumentaria tomada
como modelo, posteriormente por la
NASA, para el desarrollo de la de los
astronautas.
Herrera desarrolló
y anticipó cálculos y
proyectos para el lanzamiento,
revista de aeronáutica y astronáutica / abril 2022
puesta en
órbita y uso de satélites
artificiales, resultando
el Sputnik un artefacto
análogo al diseñado
por el ingeniero español,
cuyos planos aparecieron
publicados
en el diario francés La
Croix con anterioridad
a la gesta espacial soviética.
Igualmente,
anticipó cálculos y proyectos
para el lanzamiento
y uso de sondas
exploratorias espaciales,
tanto de cuerpos
del sistema solar, cometas
y planetas.
Estos personajes no
ocultaron sus habilidades
y fuerza creativa,
El traje espacial de E. Herrera se anticipó 30 años al de la NASA
pero en nuestro país,
reconozcámoslo, no hemos sabido
apreciar, ni promocionar, ni «vender»
al exterior.
Unos personajes con una clara disposición
para la invención que contrasta
con la actitud que arrastramos
como país desde hace algunos siglos,
y que ha ido configurando la psicología
de muchas mentes, de muchas
generaciones de conciudadanos en
un cómodo modo de resignación.
Un sentimiento negativo que
comporta además la necesidad de
complacer a los demás sin razones
objetivas o reales, distorsionando
el yo de cada uno de una manera
inconsciente. Una situación que a la
larga genera una insensibilidad que
condiciona muchas de nuestras acciones
en el día a día.
Un ejemplo de este tipo de frustración
fue la generación del 98, nacida
por la pérdida de autoestima y
de las últimas colonias de ultramar.
Por supuesto que numerosos
países, y vecinos nuestros, pasaron
también por espantosas calamidades
nacionales. Todos tenemos
malas rachas en nuestras vidas y
colectividades. Aquellos que se sobrepusieron
gozaron de una élite
intelectual y política que supo encauzar
las pérdidas con una clara
visión de superación y, por qué no
decirlo, de disimulo y de ocultación
de sus errores.
En nuestro caso, el martilleo constante
de autocrítica del pasado sin
ofrecer remedios para salir del bucle
mental, no ha permitido a muchas
generaciones sentirse orgullosas de
sus propios inventores y creadores,
menospreciándolos y lo peor, condenándolos
al ostracismo.
Pero, y tal como refleja el título de
este artículo, felizmente no ha sido
del todo así.
La capacidad creativa ha existido
en la sociedad española, pero a menudo
como un valor oculto. Muchos
han sido víctimas de este fatídico
complejo de inferioridad que parafraseando
al psicoanalista Jung, aún
forma parte del inconsciente colectivo
de este país. n