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revista de aeronáutica y astronáutica / noviembre 2021
Alfredo Kindelán Duany, escritor 321
bardeos, vuelos de reconocimiento
en ayuda de las columnas y continuas
operaciones de diversa índole.
Se conceden las primeras condecoraciones
al valor heroico a pilotos y
tripulantes, incluida la Medalla Militar
Colectiva al Grupo de Escuadrillas de
Aviación de Melilla en 19214.
Sin cesar de innovar y de escribir sobre
el futuro de las contiendas en los
cielos, herido en combate, propuesto
para la Laureada y ascendido a coronel
por méritos de guerra, Kindelán
sería nombrado en 1926 jefe superior
de Aeronáutica, la máxima autoridad
de la Aviación en unos tiempos en
que esta todavía dependía, bien del
Ejército de Tierra, bien de la Armada.
En su toma de posesión exhortaba a
aquellos primeros aviadores a mantener
siempre como guía los valores
de «el Patriotismo, la Abnegación,
el Valor, la Disciplina, la Cultura y el
Trabajo»5. Todos los rasgos de su
personalidad: un valor demostrado
tanto en sus arriesgados vuelos como
en misiones de guerra; la dedicación
en cuerpo y alma al ejército y a la patria…
y el culto al trabajo y a la cultura,
esa su otra gran pasión.
Hombre de profundas convicciones
monárquicas, Kindelán decidió
exiliarse no bien llegada la II República
en abril de 1931. Tras trabajar
como ingeniero para distintas compañías
en el extranjero, volvería a
ceñirse el uniforme cuando el «Director
» de la conspiración de julio
de 1936, el general Mola, requirió
sus servicios. Sabedor de la trayectoria
del personaje, Mola consideraba
que su conocimiento de idiomas y
sus contactos en el extranjero podrían
ayudar a recabar apoyos foráneos
para la sublevación. Por otra
parte, siendo ya la personalidad más
distinguida de la aviación militar española,
acaso también europea, el
general Francisco Franco le encomendaría
enseguida el mando de lo
que en principio era una menguada
fuerza aérea: de poco más de 300
aparatos con algún valor militar disponibles
en esa fecha en el país, solo
quedaron para los rebeldes unos 90
(el 30 %), con apenas 200 pilotos aptos
para su servicio.
Sobre esta base, Kindelán lograría
durante los tres años de guerra civil
levantar una moderna fuerza aérea,
quizá la mejor del momento, con la
denominada Brigada Hispana como
columna vertebral que se coordinaba
con la ayuda italiana (Aviación Legionaria)
y teutona (Legión Cóndor).
Pero había más: cuando en el mes
de septiembre de 1936 los rebeldes
pasaban sus horas más bajas, fue él
quien propuso, so pena de abandonar,
un mando único para dirigir
no solo a los ejércitos sino a la entera
España nacional, lo que tendría
como consecuencia el nombramiento
de Franco como «Generalísimo» y
jefe del Estado. Y fue Franco quien,
más allá de buscar siempre su respaldo
en materias aéreas, consultaba
a Kindelán decisiones de índole
estratégica, tal era la confianza que
tenía en él, tal era el prestigio de que
gozaba por méritos propios nuestro
protagonista6.
Tras la fratricida conflagración, diferentes
desavenencias le llevarían
a enfrentarse con Franco, quien incomprensiblemente
no le encomendó
la creación del Ejército del Aire.
No obstante, fue nombrado sucesivamente
capitán general de Baleares
y Cataluña y director de la Escuela
Superior de Guerra. Partidario de
una restauración monárquica, y alejado
de los postulados autocráticos
del régimen, Kindelán participaría
en ciertos movimientos conspirativos
que no prosperarían, pues por
encima de sus ideas el general fue
Sello conmemorativo de Alfredo Kindelán, pionero de la aviación (Fábrica Nacional de Moneda
y Timbre, 1980)
Una foto para la historia: el máximo responsable
de la Aviación Nacional en la guerra
junto al máximo as, García Morato