100 MARCO ANTONIO CERVERA OBREGÓN
este tipo de prendas defensivas lo más cercano a lo que podríamos llamar
una “armadura”, que la visión popular nos ha dejado.
Lo que sí podemos contar como posibilidad de uso son los petos simples
con espaldar que bien podría haber traído algunos de los hispanos. A
falta de ello podían haber protegido sus cuerpos con cotas de malla de las
cuales se tienen incluso ejemplares arqueológicos, de los cuales no tenemos
del todo noticia de su procedencia o de haber sido localizados en excavaciones
controladas.
Los casos son el ejemplar expuesto en el Museo del Ejército en la calle
de Betlemitas en la Ciudad de México y el ejemplar del Museo Nacional
de Historia del Castillo de Chapultepec. Debemos recordar que el estudio de
armamento mexicano en los museos mexicanos actualmente es muy precario
(Cervera, 2019), por lo que será necesario contar con futuros trabajos de
catalogación y estudio más profundo.
En referencia a los cascos defensivos, mucho se ha difundido del uso
del capacete con cresta mejor conocido como morrión de cresta. En realidad,
los cascos que debieron utilizar fueron los capacetes simples de tipo
hispánico de finales del siglo XVI, ya que los capacetes con cresta son más
tardíos, pues recordemos que uno de los criterios tipológicos para designar
a estos cascos como más tardío es la protuberancia que sobresale cada vez
más en los ejemplares de mediados del siglo XVI, llegando a su plenitud
precisamente con el morrión de cresta para los ejércitos de los Tercios (De
Esteban Marfil, 2017).
Dichos capacetes fueron también estilizándose cada vez más y transformándose
en su calva más alargado hasta transformarse en una surte de
pera, así denominados en su tipología.
No olvidemos que estos capacetes iban desde sus inicios en el siglo
XIII acompañados con gorjales que permitían proteger el cuello. Es probable
que algunos de los hispanos que llegaron a Mesoamérica, contaran como
medida protectora los gorjales. Es el siglo XV la etapa de consolidación
del capacete, sobre todo a mediados de dicha etapa, además de que autores
como Esteban Marfil aseguran que era de uso común en los efectivos hispanos
del momento, ya que no era un artefacto necesariamente tan caro para
poderse costear (Esteban de Marfil, 2017: 145).
Para principios del siglo XVI, se aprecian cambios tenues en el capacete,
destacando la presencia de una visera frontal y sobre todo de forma
muy tenue, la presencia de una cresta que se remarcará notablemente ya a
mediados del siglo XVI y que en efecto ya no correspondería a las fechas
históricas que estamos tratando (Esteban de Marfil, 2017: 148).
Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2020, pp. 100-114. ISSN: 0482-5748