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supremo (2002). En ellas desechó el
modelo de Huntington y propuso un
mayor control civil de las decisiones
militares.
Para Cohen, el político tiene el derecho
de decisión última en todos y cada
uno de los aspectos relacionados con
la seguridad, la defensa y el empleo de
las fuerzas armadas. Como es lógico,
antes de tomar una decisión tiene que
escuchar a sus asesores militares, pero
no debe sentirse obligado por sus recomendaciones,
ni siquiera en los temas
estrictamente profesionales. Las
grandes decisiones estratégicas se toman
mediante lo que Cohen denominó
unequal dialogue (diálogo desigual),
en el que tanto el gobernante como sus
asesores militares exponen honestamente
su punto de vista y, al final, el
gobernante decide.
Cohen acepta que el planeamiento y la
conducción en detalle de las operaciones
sean llevados a cabo esencialmente
por militares. El político, no obstante,
sigue teniendo derecho de intervención
en cualquier asunto con repercusiones
políticas significativas que
los líderes militares no hayan tenido
en cuenta. Y eso puede ser cualquier
cosa, desde la situación geográfica de
una fuerza hasta un detalle de uniformidad.
Es evidente que un líder político no
debería caer con frecuencia en ese tipo
de microgestiones «entre otras cosas,
porque significaría que los líderes militares
no han sabido interpretar sus instrucciones
», pero puede hacerlo siempre
que lo considere necesario.
Actualmente, el modelo de Cohen es
generalmente aceptado en Estados
Unidos, aunque el recuerdo del modelo
de Huntington y del espacio para la
autonomía militar en la toma de decisiones
se resiste a pasar al olvido. En
cualquier caso, las tensiones en la toma
de decisiones prosiguen y producen
periódicas crisis en las relaciones civiles
militares del país.
Por ejemplo, la intervención en Iraq en
2003, con un Pentágono dividido debido
a la personalidad del secretario
de Defensa, Donald Rumsfeld, fue una
fuente constante de roces entre civiles
y militares. Las tensiones culminaron
en la denominada revuelta de los
generales en 2006, cuando una veintena
de generales retirados criticaron
públicamente al secretario de Defensa
y la conducción de la guerra en
Iraq. En 2007, el presidente Bush decidió
emprender una escalada en Iraq
(conocida popularmente como surge)
contra el consejo de la mayoría de la
cúpula militar. En 2009-2010, el presidente
Obama sintió que, en lugar de
darle opciones, sus generales lo estaban
forzando a una línea de decisión
muy específica sobre la continuación
de la guerra en Afganistán, en la que,
además, estaban intentando involucrar
a la prensa y a la opinión pública.
La crisis se saldó con la dimisión del
general McChrystal, jefe de la fuerza
multinacional en Afganistán.
Eliot A. Cohen George Catlett Marshall