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En esencia, el inicio tradicional de la
profesión ha sido la llamada vocacional,
esa voz interior producto de la
totalidad de la vida y de las circunstancias
del que la siente en su interior
que puede deberse a un conjunto
de motivaciones muy diferentes
en unos individuos y en otros: entorno
familiar, emociones y sensaciones,
atracción por una determinada
manera de vivir, carácter y aptitudes
y un sinfín más de causas diversas
que solo pueden ser definidas por
cada persona. Hace años, en el Ejército
francés se ofrecía a los posibles
soldados profesionales un estilo de
vida «denso y dinámico», una apelación
a la aventura y la superación
extrapolable también a aquellos que
deseaban ingresar en las academias
militares.
Mirando hacia atrás y analizando los
profundos cambios sociales producidos
en nuestra Europa y en el mundo,
con la consiguiente repercusión en
las fuerzas armadas de todas partes,
cabe recordar la división que estableció
en 2006 Robert Cooper, diplomático
británico y asesor de Tony Blair,
en su libro El nuevo imperialismo liberal,
donde identificaba tres tipos
de Estados: premodernos, modernos
y posmodernos.
Definía los Estados premodernos
como aquellos que no poseen la
estabilidad suficiente para imponer
la autoridad estatal en la totalidad
del territorio y viven sumidos en
el desorden y las luchas internas o,
en muchos casos, sometidos al autoritarismo.
Los Estados modernos
(la mayoría de los existentes) aplican
la razón de Estado y las relaciones
basadas en los intereses exclusivamente
nacionales y consideran,
como Clausewitz, que la guerra es
una continuación de la política. El reducido
grupo que queda, los Estados
posmodernos, hacen de la interdependencia,
la seguridad compartida
y la aceptación de la mutua vulnerabilidad
las claves de su estabilidad y
de su bienestar, y este es el caso de
nuestra Unión Europea, de Canadá,
de Japón y de pocos más. A Estados
Unidos, a Rusia y a China les gustaría
ser posmodernos, pero no pueden
dadas sus ambiciones geopolíticas y
su condición de aspirantes a la hegemonía
regional o global.
España pertenece a este último grupo
y ha adaptado a esa situación su
modelo de Fuerzas Armadas y, por
consiguiente, la mentalidad de sus
profesionales. Formamos parte de la
OTAN, y eso significa seguridad compartida,
aceptación de responsabilidades
exteriores y carácter expedicionario
de nuestro aparato militar.
La consecuencia para el diseño, la
preparación y el ejercicio de la profesión
en ese entorno en el que, previsiblemente,
van a transcurrir unos
decenios más —en las grandes empresas
nadie está seguro de lo que
puede ocurrir en dos años, pero aplicar
los métodos de la prospectiva
permite especular con la ilusión de
modelar el futuro— es que, ya desde
hace algún tiempo, los conceptos de
patria (concebida como una realidad
espiritual, social y espacial por la que
merece la pena morir), defensa (como
conflicto llevado al extremo) y fuerzas
armadas de conscripción (como escenario
de las tareas profesionales)
han sido sustituidos por los de identidad
(la de las organizaciones afines
a las que pertenecemos), seguridad
(como concepto menos agresivo y
más dúctil en los términos) y fuerzas
armadas profesionales (como las únicas
posibles y rentables en un entorno
social, económico y cultural posmoderno).
Este cambio se ha llevado a cabo con
éxito en sus aspectos formales. Sin
embargo, el hecho de que siga existiendo
un debate sobre cómo debe
orientarse la profesión militar significa
que quedan todavía muchos cabos
por atar en la selección de los futuros
profesionales, en su formación y perfeccionamiento
permanente a todos
los niveles y en los códigos de actitud
y comportamiento exigibles a cuantos
tengan responsabilidad sobre vidas,
medios, recursos y espacios sociales
propios y ajenos.
Seleccionar significa optar, discriminar,
elegir y determinar las cualidades,
las habilidades o los rasgos de carácter
de los futuros profesionales, y ello
precisa del establecimiento previo de
los cometidos y tareas que estos puedan
desarrollar en el futuro. Francisco
J. Berrio distingue, en su trabajo
sobre la profesión militar «Profesionalización
de las Fuerzas Armadas:
problemas sociales», publicado en
el Cuaderno de Estrategia n.º 98, entre
militares profesionales y profesionales
militares. Los primeros son los
que tienen por cometidos el mando,
la preparación y empleo de la fuerza
y el apoyo a la fuerza y el conjunto de
los especialistas para el manejo de los
sistemas de armas, equipos y demás
medios materiales.