aumento de la eficacia de sus tropas
(Miguel Ángel García, op. cit.). Junto a
Mauricio, el rey de Suecia disminuyó
aún más, si cabe, la profundidad a solo
seis hileras de hombres y elevó hasta
ciento veintiocho el número de oficiales
por regimiento, normalmente cada
regimiento era de unas ocho compañías.
Surgen así los escuadrones de
cuatro compañías cada uno y unas
doscientas dieciséis picas con ciento
noventa y dos mosqueteros tras estas.
Por último, según Claramunt y Miguel
Ángel García, emerge la brigada como
manera nueva de organizar los ejércitos.
Aquí, los autores establecen que en
su composición el criterio determinante
era el número de hombres, no de unidades.
Era un sistema que se organizaba
mediante la reunión de tres escuadrones
(excepcionalmente, cuatro): «Habitualmente,
el de vanguardia formaba
con sus piqueros delante, seguidos por
parte de sus mosqueteros. A derecha e
izquierda de estos desplegaban los piqueros
de los otros dos escuadrones,
flanqueados por sus propios mosqueteros.
Los que sobraban se situaban a
la retaguardia como reserva».
La postura de Claramunt con respecto
a las innovaciones militares del siglo xvii
es clara y concisa, pues a pesar de todo
ello los tercios seguirán siendo un referente
en el campo de batalla, ya que los
dos escuadrones que forman cada tercio
de finales del siglo xvii eran iguales
a los batallones de los primeros regimientos,
si bien por influencia francesa
es ahora esta la nueva nomenclatura.
Sin desviarnos mucho del cuadro de
piqueros, conviene mencionar también,
de manera breve, la actuación y
formación de las Mangas.
2. LAS MANGAS
Las mangas de los arcabuceros se solían
colocar en las esquinas de las formaciones
o en los flancos. Se disponían,
habitualmente, en filas de unos
diez o quince arcabuceros con una profundidad
de entre ocho y doce. En este
sentido, los expertos establecen que
las mangas no debían superar los trescientos
hombres, ya que si el número
era mayor podría ser un inconveniente
para la movilidad. Se disponían en vanguardia
o retaguardia, dependiendo de
la situación, como se ha visto, y su función
principal, como sabemos, era desgastar
al enemigo mediante descargas
continuadas de fuego. No eran unidades
fijas, sino que más bien al revés, podían
despegarse de la formación para
realizar ataques sorpresa y rápidos y,
después, volver a la formación inmediatamente,
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Miguel Ángel García (op. cit.).
Según Miguel Ángel, los españoles
eran expertos (auténticos maestros)
en el manejo de las armas de fuego,
«siendo capaces de disparar con más
acierto y recargar más rápido que ningún
otro ejército de su época». Esto se
observa en las batallas de Ceriñola, la
cual duró una hora aproximadamente,
y en la batalla de Viena, en la que unos
setecientos arcabuceros españoles
defendían Europa de la expansión otomana
(Van den Brule, 2019)22: «Los arcabuceros
españoles gustaban de realizar
la primera rociada a bocajarro, ya
que era la más mortífera y desordenaba
por completo el ataque enemigo»
(op. cit.). Las mangas también fueron,
a medida que evolucionaban las armas
y las técnicas, de mosqueteros. En muchos
casos, se combinaban ambas, en
otros, había mangas de arcabuceros y
otras de mosqueteros. Aunque Miguel
Ángel García establece que lo más habitual
era encontrar cuatro mangas de
arcabuces y dos de mosqueteros, estos
últimos, como bien sabemos, con
armas de mayor calibre y más pesadas
y largas, por lo que precisaban de horquillas
que apoyaban en el suelo y sobre
estas apoyaban las armas para disparar
mejor.
En cuanto a las mangas volantes, no
eran otra cosa que mangas de arcabuceros
y mosqueteros que combatían
sin la protección de los piqueros.
Estas mangas utilizaban un frente muy
amplio en el que realizaban continuas
descargas contra el enemigo. La manera
de disparar era escalonada: mientras
los de primera fila efectuaban los
disparos, los de atrás, por regla general,
cargaban sus armas; o, dependiendo
de las posiciones, los de primera y
segunda fila disparaban y los siguientes
cargaban. Una vez que se producían
los disparos, los de primeras filas
se alternaban con los de atrás para
hacer el mismo proceso. Las mangas
se adelantaban al resto de sus compañeros
y escaramuzaban mientras desgastaban
al enemigo.
En caso de peligro, las mangas podían
volver al amparo de los piqueros, aunque
como bien observa Miguel Ángel,
nuevamente, con el paso del tiempo
las armas de fuego cada vez eran más,
siendo según el autor unas dos terceras
partes de la formación.
Por lo general, las mangas de arcabuceros
o mosqueteros solían ser de 5x3,
tres filas de cinco armas de fuego. Solían
salirse de la formación para la realización
de escaramuzas y debilitar al
enemigo.
Continuando con el análisis de Molina
(op. cit.), se observa que si se formaban
mangas volantes, es decir, grupos
grandes de arcabuceros o mosqueteros
en solitario, sin escolta de picas,
«lo usual era crear un gran frente de armas
de fuego, de al menos quince arcabuceros
o mosqueteros, aunque se
sacrificase profundidad, aun así siendo
un mínimo de profundidad de cinco
o seis filas para mantener un fuego
continuo por «contramarcha» española
pero, por el contrario, si formaban en
mangas comunes, escoltando un cuadro
de picas, solían formar en filas de
entre cinco y quince soldados, según
la situación, y una profundidad de entre
seis y doce soldados, para asegurar
una cadencia de fuego continua».
Brevemente se observarán otras tácticas
como el asedio, la encamisada o la
marcha, pero, antes de todo, sin más
dilación, habría que citar a la caballería
de los tercios y su famosa caracola.
3. LA CABALLERÍA
Si bien lo que más se ha estudiado hasta
aquí ha sido su infantería, la caballería
merece ser mencionada también y,
sobre todo, su táctica de la caracola.
La caballería era fundamental para los
tercios y, según los expertos, solía ser
representada por hidalgos y miembros
de la nobleza, como se ha comentado
anteriormente. Sin embargo, la caballería
fue desplazada, no sustituida, a
un segundo plano, como bien se observa
en las batallas. La caballería pesada,
acorazada, de esencia medieval,
enarbolada por Francia, sobre todo,
era continuamente derrotada en los
campos de batalla ante las innovaciones
del Gran Capitán, en las cuales
los escuadrones de infantería eran