No obstante, de manera oficial habría
que esperar a las Ordenanzas de Génova
de 1536, unas instrucciones fechadas
en 15 de noviembre y firmadas
por el emperador Carlos V, en las cuales
aparece ya la palabra «tercio» que
posteriormente adquiriría su sentido
como forma organizativa y táctica de
la infantería.
La nueva situación en Europa y en la
Edad Moderna propició la promulgación
de cuerpos legales militares que
han pasado a la historia con el nombre
de «ordenanzas militares», en las que
se establecían la regulación de conducta,
el arte de la guerra y la administración
de los ejércitos, como resume
de manera concisa Joaquín Navarro
Méndez (2010, p. 108). Según el autor,
habría que remontarse a 1535, ya que
en este año Carlos V alcanza su apogeo
militar al anexionarse finalmente
Milán y, con ello, controlar Europa
desde Italia, bajo dominio español. Es
por este motivo que el emperador precisase
de unas instrucciones que organizasen
el ejército monumental del
que disponía en ese momento.
Se establecía, por tanto, que el mando
del tercio quedaba bajo un maestre de
campo y se daban grandes atribuciones
al sargento mayor responsable de
la instrucción, adiestramiento y disciplina
del tercio. El sistema sancionado
por el emperador en esta instrucción
se fue puliendo y perfeccionando
con el tiempo, hasta que la infantería
de los tercios fue conocida en Europa
como la «temible infantería española
»1.
Este sistema del tercio funcionó gracias
a la experiencia y disciplina del
soldado español del momento y a la
escuela española, que comenzaba a
asentarse como una verdadera disciplina
en la guerra. Además, la situación
estratégica de Italia era fundamental,
ya que en este territorio se
agrupaban los tercios2 y desde ahí salían
los soldados hacia donde hubiera
demanda, ya fuese hacia el norte o
hacia el sur, por lo que las Ordenanzas
eran necesarias. Los tercios, con
ello, aparte de ser temidos, eran admirados
y se reconocía su superioridad
sobre cualquier otra organización
militar (op. cit.). Todo ello permitía a
los monarcas españoles disponer de
manera permanente de una infantería
disciplinada y sobre todo preparada y
entrenada para ser llamada en cualquier
momento.
Toda esta experiencia y las técnicas
que desarrollaron y pusieron en
marcha los tercios españoles se observan
66 / Revista Ejército n.º 969 • diciembre 2021
en las batallas, donde destacaron
aquellos hombres, en las escaramuzas
y encamisadas, en los
reclamos del emperador, en las misiones
más arriesgadas y peligrosas
que pudiera haber. Fue allí donde el
nombre de los tercios era mencionado
y resonaba por toda Europa y por
todo el mundo.
Desde la formación en erizo hasta las
encamisadas, nuestros soldados en
inferioridad numérica o con pocos
hombres eran capaces de derrochar
todo su valor y cumplir las misiones
encomendadas.
NOTA EXPLICATIVA.
COMPOSICIÓN DE LOS
TERCIOS
Los tercios surgen debido a las necesidades
del siglo xvi. La modernidad
y las demandas de la «nueva guerra
», junto con las innovaciones del
Gran Capitán, favorecen la aparición
de una organización militar diferente
y nueva, en la cual prima la infantería
en vez de la caballería, con más
maniobrabilidad y movimiento en el
campo de batalla. Además, se da importancia
a las armas de fuego. Con
ello la infantería y la caballería ligeras
serán de vital relevancia a la hora
de portar armas de fuego, un hecho
insólito hasta la fecha. Aparece una
artillería más ligera, transportable y
más fácil de utilizar como un acierto
importantísimo que causa un mayor
número de bajas en menor tiempo.
Las lanzas, ahora unificadas en bloques
compactos y numerosos, eran
más letales actuando contra un ejército
numerosísimo, pues suponían
una muralla humana infranqueable
que podía vencer a los caballos. Tras
estas picas estaban nuestros soldados,
que, a medida que se acercaba
el ejército enemigo, salían y volvían
en cargas cuerpo a cuerpo o disparando
las veces que quisieran, pues
al estar defendidos por las picas actuaban
con mayor maniobrabilidad y
rapidez.
Sin embargo, no todo eran formaciones
defensivas y disparos. La caballería
no desapareció, sino que se perfeccionó.
Se ha visto en varias batallas, sobre
todo en las que preceden a los tercios
españoles, es decir, antes de 1536,
cómo el Gran Capitán ordenaba a los
infantes y arcabuceros subirse a los
caballos siendo transportados por los
jinetes. Así ahorraban tiempo en jornadas
largas, un tiempo necesario. Pero
con ello se vio otra manera de hacer la
guerra: el jinete llevaba el caballo y el
infante o arcabucero disparaba y combatía
desde las grupas, una innovación
esencial en el arte de la guerra. La caballería,
aunque no tenía un papel fundamental,
sí que era importante, como
se vio en Mühlberg, por ejemplo. No
era una caballería tan pesada como en
tiempos anteriores, sino más bien era
una caballería ligera que cargaba con
lo justo, más rápida y volátil, desde la
que los jinetes podían cargar perfectamente
contra el enemigo en menos
tiempo y causar mayor número de bajas,
aparte de combatir con la espada
y el arcabuz, provocando mayor daño
que en la guerra medieval.
Por todo ello, los tercios fueron la vanguardia
del arte de la guerra y como
consecuencia permanecieron unos
ciento cincuenta años como baluarte
de la guerra en los campos de batalla
europeos. Además, un factor clave —
porque todo hay que decirlo— unido a
sus avances e innovaciones fue la valentía
y el sentido del honor de aquellos
españoles de los siglos xvi y xvii que
les permitía una mayor disciplina y por
lo tanto mayor aguante y temple en el
enfrentamiento.
Así se constituía un ejército moderno
y profesional en el que primaba la infantería,
con apoyo de la caballería ligera
y el uso de las armas de fuego;
era un ejército imbatible. Pero ¿cuáles
eran las tácticas militares de los tercios
españoles? Pues los tercios simplemente
son una manera de organizar
un ejército y las técnicas o formaciones
que empleaban eran la forma de atacar
o defender, es decir, la manera en
la que se distribuían y organizaban en
los campos de batalla.
Juan Molina Fernández (2018) establece
que hay tres tipos de formaciones
para los tercios: por un lado, las
formaciones de batalla que se daban