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inicial necesaria para esta pandemia
no fue suficiente, si bien era la primera
vez que nos enfrentábamos a una
crisis sanitaria de esta envergadura.
Casi nada se ve igual ahora que cuando
empezaron a detectarse casos de
la COVID-19 en España en el mes de
febrero de 2020. El primer contagio
autóctono de coronavirus se confirmó
el 26 de febrero de 2020, cuando
un andaluz de sesenta y dos años que
no había viajado a ninguna zona de
riesgo dio positivo. Antes de él, solo
se habían notificado unos pocos casos,
todos importados o con contacto
estrecho con alguien proveniente
de una zona de riesgo, como el turista
alemán de La Gomera que se convirtió,
el 31 de enero de 2020, en el
primer positivo detectado en nuestro
país. Sin embargo, la realidad es
que el virus ya circulaba por nuestro
territorio, tal y como han confirmado
posteriormente varias investigaciones.
Hay constancia de que el nuevo
coronavirus campaba a sus anchas
—invisible para los sistemas sanitarios
de vigilancia, muchas veces confundido
con la sintomatología de la
gripe— desde, al menos, ese mes de
febrero.
Según el investigador Iñaki Comas
del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC), el análisis
de las semanas previas al primer
estado de alarma (14 de marzo
de 2020) muestra que en España no
hubo un paciente cero, sino más de
quinientas introducciones independientes
del virus.
En febrero de 2020 ya existía documentación
en la que se señalaban las
vías de transmisión del virus y la existencia
de portadores asintomáticos,
por lo que hubo factores que, como
ahora sabemos, condicionaron en
gran medida el complejo escenario
de los primeros meses:
• El uso de mascarillas, que inicialmente
solo debían ser utilizadas por
los infectados y el personal sanitario,
y que debieron generalizarse
desde el inicio (CAES, 2021).
• El uso de las PCR para indicar la
presencia del virus, primero limitadas
a los viajeros que venían de
China, luego solo a los que presentaban
síntomas y finalmente extendidas
a contactos asintomáticos y
cribajes tanto masivos como selectivos.
Las PCR contribuyen al diagnóstico
oportuno de la COVID-19 y
además reducen la posibilidad de
clasificar a individuos como falsos
negativos, que pueden propagar la
enfermedad (Priscila et al., 2020).
• Las medidas restrictivas de confinamiento
como las que más han
reducido la transmisión de la COVID
19 (Soltesz et al., 2020). Aunque
han evitado muchas muertes,
han dañado severamente la economía.
Dado lo ocurrido en el mundo con
la COVID-19, es muy importante
aprender de la experiencia previa y
evitar que daños predecibles y evitables
ocurran a corto plazo en oleadas
posteriores o a medio y largo plazo
en pandemias posteriores. Como
analista de datos de la Sección de
Técnicas de Apoyo a la Decisión (SETAD),
dependiente de la Jefatura de
los Sistemas de Información, Telecomunicaciones
y Asistencia Técnica
(JCISAT), he detectado unas lecciones
sobre la COVID-19 fruto de
la experiencia, el conocimiento y las
percepciones adquiridas durante mi
participación en las operaciones Balmis
y Baluarte.
NO HAY SOLUCIÓN
INDIVIDUAL POSIBLE
El aspecto más importante de una
pandemia como la COVID-19 es que
se trata de un problema global y, por
tanto, requiere una respuesta global.
Para lograr una mejor solución nacional,
en este tipo de crisis se requiere la
solidaridad entre naciones. Todos los
países deben actuar juntos.
Se estima que son necesarios 3.4 mil
millones de dólares anuales para financiar
las «funciones internacionales
» de la Organización Mundial de la
Salud (OMS) con vistas a la preparación
para una pandemia. Pues bien,
en los años 2020 y 2021 los fondos se
han quedado muy por debajo de este
objetivo, quizás por esta falta de concienciación.
Antes de la COVID-19,
India producía en torno al 60 % de las
vacunas del mundo para enfermedades
como la difteria, la tuberculosis,
el tétanos o el sarampión. El instituto
Serum de India, que produce la
vacuna Covishield desarrollada por
Oxford-AstraZeneca, calcula que este
país puede producir unos tres mil millones
de dosis durante un año, lo que
supone la cuarta parte de todas las
vacunas que se fabrican en el mundo.
A pesar de su capacidad de producción,
India se vio desbordada ante la
evolución epidemiológica del país en
mayo de 2021. Ante este panorama,
India detuvo la exportación de vacunas
a finales de marzo para impulsar
la vacunación dentro del país, lo que
ralentizó la campaña británica de vacunación
realizada con la vacuna de
Oxford-AstraZeneca. La canciller Angela
Merkel fue crítica respecto a la
dependencia de la producción india,
Solución global para la COVID-19