enclavado el monumento al capitán
Melgar, que encontró gloriosa muerte
en el malhadado barranco del Lobo y
al que le fue concedida, a título póstumo,
la Cruz Laureada de San Fernando.
Cuando preguntaron a los moros
por qué disparaban tanto al capitán,
esta fue la respuesta: «El capitán de
los cordones nos daba mucho miedo
». Estos cordones destacan en el
busto que corona el monumento. En
un plano más bajo, un soldado ofrenda
una corona a su capitán.
En el centro de la plaza de la Villa se
encuentra la estatua de don Álvaro de
Bazán, primer marqués de Santa Cruz
de Mudela, vencedor de muchas batallas
navales, aunque las de Lepanto
y la de la isla Terceira han obscurecido
a las demás. A este ilustre marino, inventor
de la fragata, le cupo el honor
de librar la última batalla en la que intervinieron
barcos de remo —precisamente,
la de la isla Terceira—.
«El fiero turco en Lepanto / en
la Tercera el francés / en todo el
mar el inglés / tuvieron de verme
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espanto.
Rey servido y patria honrada /
dirán mejor quien he sido; / por
la cruz de mi apellido / y con la
cruz de mi espada».
Pocos personajes habrá tan conocidos
en la villa y corte de Madrid como este
valiente soldado de la guerra de Cuba,
cuyo recuerdo en bronce se yergue en
una plazuela de uno de los barrios más
típicos de la capital: El Rastro. La estatua
de este hijo de la inclusa incluye el
máuser con la bayoneta calada, la lata
de gasolina, la cuerda con la que rodeó
su cuerpo y la antorcha en la mano
diestra; es decir, todos los elementos
utilizados para realizar la hazaña: «Mi
capitán, yo me atrevo solo a incendiar
la casa. Me ataré una cuerda a la cintura,
llegaré a la casa, le prenderé fuego,
me matarán, pero no quiero que mi
cadáver quede en poder de los mambises.
Es lo único que pido». Es tan
popular que incluso el vulgo le ha cambiado
el nombre por la estatua de Cascorro,
confundiendo el lugar del hecho
con el nombre del héroe: Eloy Gonzalo.
En la plaza de Santa Ana, frente al Teatro
Español, una estatua nos muestra
la figura de don Pedro Calderón de la
Barca. Una corta y cuidada melena
enmarca su rostro de ojos duros, inquisidores,
que nos dan una idea de
su fortísimo carácter, el cual no perdió
al abrazar el sacerdocio. Don Pedro sigue
conservando el bigote y la perilla
reglamentarios en los soldados de los
tercios.
Fue, por tanto, sacerdote y soldado
de caballería de las órdenes militares.
Como caballero de Santiago y de Calatrava
que era, participó en el asalto
de Lérida, en la guerra de Cataluña,
Monumento a Álvaro de Bazán