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durante la Reconquista, planteó
la cuestión militar como un deber.
Esto hizo que el «infante ibérico»
se convirtiera en el mejor guerrero
del siglo xvi. Dicho rey estableció
la necesidad de combatir el islam
en las fronteras, pues nadie estaba
al margen de sufrir un ataque, y de
«ser voluntario», un rasgo singular
de la idiosincrasia militar española
(René Quatrefages, 2014); así hicieron
también, posteriormente, humanistas
como Alonso de Quintanilla y
Alonso de Palencia, quien realizó el
tratado de la perfección del triunfo
militar en el que se compara a la
España unificada con el Imperio romano,
es decir: la misión de España,
una vez terminada la Reconquista,
sería la expansión hacia nuevos territorios.
Los tratados y ordenanzas
mejorarían el ámbito militar.
Juan Vázquez García (2011), a la
hora de hablar de la guerra de Granada,
hace hincapié en que los ejércitos
españoles habían sido de los
primeros en perfeccionar la artillería
durante el final de la Reconquista.
Además, siguiendo la tesitura
del autor, en la guerra moderna ya
no había cabida para las huestes de
la nobleza ni para la caballería pesada
en el campo de batalla, puesto
que había surgido la monarquía autoritaria.
Es decir, el ejército ahora
es de la nación, profesional y pagado
por los monarcas. Así, la caballería
iría dando paso a la caballería
ligera, para combatir de igual manera
que lo hacían los musulmanes y
poder maniobrar mucho más rápido.
Y, con ello, se va configurando
un ejército nacional en el que la figura
fundamental será el hidalgo y el
infante; la infantería comienza a tomar
protagonismo, ya que es la que
empieza a hacer un uso notable de
las fortificaciones. Pero, sobre todo,
Juan Vázquez destaca la artillería y
el cambio en la guerra, pues aparece
la guerra de sitio y la luego conocida
como guerrilla; esta última se perfeccionará
en el siglo xvi y será conocida
como «encamisada», siendo
fundamental.
Estos avances, innovaciones del
Gran Capitán que se fueron perfeccionando
a principios del siglo xvi,
se observan en Ceriñola, por ejemplo,
donde se pusieron en marcha
dejando tras de sí una derrota sin
precedentes para Francia (Van den
Brule, 2019), como se muestra en la
duración de la batalla: apenas una
hora les bastó a los arcabuceros españoles
para aniquilar, literalmente,
al ejercito franco-suizo. También un
ejemplo de ello se muestra en la batalla
de Muhlberg, donde la combinación
perfecta de infantería, caballería
y artillería ligeras acabó con el
ejército formado por la Liga Esmalcalda
(Van den Brule, op. cit.).
Sin embargo, Villegas González
(2018), en su breve pero intensa
biografía sobre el Gran Capitán, establece
perfectamente que ya antes
de estas batallas serían de vital importancia
los avances militares que
don Gonzalo Fernández impone en
los ejércitos durante las guerras de
Italia contra Francia. Así se observa
en el desembarco de cinco mil
infantes y unos ochocientos jinetes
en el puerto de Mesina para dirigirse
a Calabria, donde los franceses
estaban hostigando incesantemente
a los españoles. Ante tal situación
de derrota es el Gran Capitán quien,
tomando un respiro mientras realizaba
una «falsa retirada», decide
modificar la composición del ejército.
Señala Villegas (op. cit.) que los
cambios introducidos durante esta
campaña favorecieron la victoria española.
De este modo, las ballestas
fueron sustituidas por armas de fuego,
las coronelías recibirían el apoyo
de los jinetes y de la artillería durante
la batalla, las tareas se diversifican
y crea la figura de los rodeleros
con la misión de introducirse bajo
las picas enemigas y «destripar» en
corto a los infantes; pero también, y
esto es fundamental, continúa el autor,
introduce lo que hoy conocemos
como guerra de guerrillas, en la que
los españoles son expertos. Con
ello, aparece una guerra de desgaste,
con emboscadas y encamisadas
nocturnas, lo que favorecerá un agotamiento
y deterioro del enemigo en
una situación en la que deberá estar
en continua alerta ante la inminente
llegada de los españoles, que lo
harán de manera inesperada y por
sorpresa.
Rápidamente este ejército moderno
traería victorias militares para
la monarquía hispánica. Aunque,
según Esparza (2017), nada nace de
la nada, y es por ello, quizá, que España
dominase militarmente Europa
durante algo más de siglo y medio.
Esta dominación y hegemonía de los
invencibles tercios de infantería española
se debe a que los españoles
contaban con una larguísima experiencia
guerrera acumulada durante
la Reconquista, pues supuso el campo
de entrenamiento militar para los
ejércitos españoles que en los siglos
xvi y xvii dominarán el mundo.
Durante ocho siglos aproximadamente,
los distintos reinos de España
se batieron continuamente contra
los musulmanes en la península
ibérica; un periodo en el cual surge
la experiencia de un pueblo guerrero
—que nunca dejó de existir— y la asimilación
de técnicas nuevas o la copia
de las técnicas del enemigo que
irían perfeccionando. Junto a esta
tradición guerrera, como señala Esparza,
habría que sumar los avances
de Gonzalo Fernández de Córdoba,
uno de esos jefes que cuenta con
sus mejores capitanes combatiendo
junto a sus soldados en primera
linea de batalla.
Todo ello desemboca en la mejor y
más preparada infantería de los siglos
xvi y xvii, los tercios españoles.
Según las fuentes y los autores, los
tercios eran los mejores debido a su
sentido del honor y a su disciplina, a
su coraje y valentía, a la honradez y a
su profesionalidad. Eran patriotas y
defensores de la fe y de la monarquía
hispánica. Suponen el primer ejército
moderno y profesional; diríamos
que sería el antecedente del ejército
nacional. Debido a todo esto, los
tercios eran reclamados por el emperador
y los reyes posteriores para
las peores batallas y para las más
arriesgadas misiones, ya que su valentía
era incomparable. Entrenados
para soportar cualquier situación y
combatir en cualquier campo, los
tercios batallaron en perfecta sintonía
con las picas, la caballería, la espada
y la daga, por tierra y mar, allí
donde se les demandase, asumiendo
grandes riesgos. Para ellos tenía
más valor la palabra y el no abandonar
que cualquier otra opción. Por
ello fueron la mejor infantería de
su tiempo, manteniendo su feudo
en Europa durante unos ciento cincuenta
años aproximadamente.