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INTRODUCCIÓN
La temida y legendaria infantería española
que surgió tras la guerra de
Granada y se formó en las guerras
de Italia, los tercios españoles, fue
un cuerpo militar profesional, que
mostró gran sentido de fidelidad y
lealtad tanto a su patria como a la
fe y a la corona. Hombres de honor y
palabra, fue un contingente que muchas
veces era llamado para los trabajos
sucios y otras para desempeñar
el derroche de valor que ningún
otro ejército se exhibía en el campo
de batalla. Los tercios españoles
eran militares que llevarían su misión
hasta el final aun sabiendo que
morirían. Por eso eran los mejores.
Su leyenda se forjó en Flandes y en
otros campos de batalla europeos y
norteafricanos, pero sus antecedentes
provienen desde finales de la reconquista
de la península española
y, después, con la implantación de
los avances del Gran Capitán, sobre
todo en las guerras de Italia. Con
todo ello, surgen en torno a 1536
los primeros tercios por mandato del
emperador Carlos V. Su surgimiento
no es más que la mejoría e implantación
de aquellos avances mencionados
durante la Reconquista y la
guerra de Granada. En este sentido,
cabría preguntarse cómo atacaban
y cuáles eran las formaciones de los
tercios españoles y, de este modo,
indagar un poco más en el éxito y la
admiración que provocaron y siguen
provocando.
ANTECEDENTES DE LOS
TERCIOS ESPAÑOLES. EL
FINAL DE LA RECONQUISTA
Y LAS INNOVACIONES
TÉCNICO-MILITARES
El siglo xvi supone el apogeo del Imperio
español y la transición hacia la
Edad Moderna, ambos deudores de
la Edad Media. Sin embargo, el predominio
mundial de la monarquía
hispánica se debe a la Reconquista y
a los avances militares, factores que
la infantería española supo aprovechar
para su supremacía e imbatibilidad.
A finales del siglo xv, la reconquista
de la península ibérica llegaba a su
fin. Castilla y Aragón habían arrinconado
64 / Revista Ejército n.º 969 • diciembre 2021
el reino nazarí de Granada,
siendo esta ciudad el último bastión
musulmán en la península, que caería
en 1492. Acababa la reconquista
cristiana de la península ibérica con
una España que se vislumbraba unificada
por los Reyes Católicos tanto
espiritual como política y económicamente,
pero también oteaba el horizonte
de un reino unido en el ámbito
militar que tendía a una expansión ultramarina
y europea. Ocho siglos de
lucha contra el islam habían sido más
que suficientes para los cristianos
peninsulares, que perfeccionaron el
armamento y las tácticas de combate.
Aunque, según Esparza (2017),
los guerreros de la península ya gozaban
de gran fama al haber sufrido
diversas invasiones, como la romana
o las bárbaras, visigodas y musulmanas.
Por lo tanto, la Reconquista no
fue más que el culmen de una larga
tradición guerrera.
El final de la Reconquista hacía que
los ejércitos españoles tuvieran que
adaptarse a las nuevas necesidades
de la guerra moderna. La transformación
que dejaba el final de la Reconquista
abría un tiempo nuevo de
expansión territorial de los reinos peninsulares
en el que las innovaciones
militares serían fundamentales, a pesar
de que la población española era
escasa.
En el crisol de la Reconquista emergen
diversas características que se
aplicarán al ámbito militar con muy
positivos resultados. La hueste, en
los últimos meses de la Reconquista,
se había modernizado y suponía un
motor para el ascenso social. Era una
fuerza experimentada en la guerra y
que además se adaptaba. Su nueva
mentalidad les hacía tener un espíritu
de cuerpo, como señala Eduardo
de Mesa (2014). Comienza a primar
el combate a pie y se reduce el combate
directo con el enemigo. Todo
ello no sería posible sin la sólida disciplina
de los hombres, además del
orgullo que suponía ser infante del
ejército. El honor y la honra serán los
pilares fundamentales que sustenten
esa disciplina entre los infantes españoles.
Ahora, con la experiencia de
ocho siglos de reconquista, los infantes
españoles veían en el ejército un
futuro prometedor en el que luchar
por su patria y rey, dejando atrás el
combatir como mercenarios, como
señala Hugo Vázquez Bravo (2014).
Rojo Pinilla (2015) establece que a la
hora de hablar de estrategas militares,
el cambio significativo del paso de la
Edad Media a la Edad Moderna vendrá
de la mano del Gran Capitán, injustamente
poco reconocido. Este genio
militar será quien cambie el arte de
la guerra «para siempre» mejorando
el empleo combinado de las armas y
potenciando la combinación de obstáculos
y fuegos, lo que potencia a
la infantería sobre la caballería, más
protagonista en la Edad Media. Es lo
que Martínez Laínez (2012) recoge
como la «escuela militar española».
La innovación del Gran Capitán no
era otra que entremezclar las tradiciones
hispanas con la de las viejas
legiones romanas, junto con un espíritu
colectivo nacional fuerte y los
nuevos elementos bélicos aportados
por los nuevos avances tecnológicos
y sociales de la época. En esta tesitura
se muestra también René Quatrefages
(2014) al relacionar la manera
de combatir de los romanos con el
ejército de la Reconquista. Esto servirá
de referente para el Gran Capitán,
que tras observar la manera de
combatir de los piqueros suizos lo
asimilará para el ejército español. El
ejemplo de los piqueros suizos será
bien visto por los españoles, que
asumirán y perfeccionaran la táctica
suiza, mientras Francia no sabrá
sacarles todo el partido. Aquí los autores
establecen que, mientras Francia
pagaba a los mercenarios suizos
para combatir, España supo copiar
perfectamente y mejorar el modo de
combatir suizo, ahorrándose costes
que los franceses no supieron mantener
a la larga, dando mayor peso al
combate de su caballería pesada.
Los principios fundamentales de
la escuela militar española se resumen
en la preponderancia de la
infantería, en un ejército moderno
y profesional, como menciona Jesús
Lorente (2015). A esto hay que
sumarle, como establece Vázquez
Bravo (2014), el desarrollo a un nivel
muy elevado de la legislación de los
monarcas en el ámbito político-militar,
como se ejemplifica en las Siete
Partidas de Alfonso X el Sabio quien,