![](./pubData/source/images/pages/page58.jpg)
58 / Revista Ejército n.º 969 • diciembre 2021
Placa a Gómez-Ulla
de las calles Alcalá y O’Donell, frente
a la puerta del paseo de Coches del
Retiro, para comentar popularmente
la valentía de una persona. Espartero
debe su fama a estar considerado
como el mejor soldado de su época y
uno de los generales más competentes
de nuestro ejército, acostumbrado
a mandar y de un valor personal que le
ganaba el favor de sus tropas. Todas
las críticas que puedan hacerse de
Espartero chocan con la popularidad
y el reconocimiento de su indiscutible
valía como militar, que le supuso en
cada batalla ganada la concesión de
un título nobiliario. Siendo el general
en jefe del Ejército Liberal, cargaba el
primero ante el enemigo, a la antigua
usanza. Fue regente y pudo, incluso,
ser rey de España.
En los jardines del Descubrimiento,
junto a un ancla que recuerda a la marina
—se sobrentiende que la de guerra—,
se ha colocado una estatua del
marino español Blas de Lezo, un brillante
defensor de Cartagena de Indias
(Colombia) llamado Medio Hombre
por faltarle un ojo, una pierna y un
brazo, mutilaciones acaecidas en batallas
sostenidas contra el enemigo de
España. La estatua tiene belleza, pero,
pese a la pata de palo y su disimulada
manquedad y su parcial ceguera, la
encontramos demasiado académica,
como si en lugar de un avezado marino
fuese un oficial de gabinete.
En el número 12 del paseo de la Castellana,
un rectangular altorrelieve
nos indica que allí vivió y murió el general
Gómez Ulla, quien desarrolló en
la guerra de Marruecos una actividad
Monumento a Blas de Lezo