sustenta la escuela militar española:
«preponderancia de la infantería,
cuya unidad era el tercio, con efectivos
variables (hasta varios miles de
hombres), con la mezcla de armas
blancas y de fuego dentro de «formaciones
compactas y geométricas». Si
hacemos referencia a la táctica militar,
y continuando con Martínez Laínez,
se aprecia que estas nuevas formaciones
militares eran necesarias
en la época debido a la decadencia
del feudalismo y a la aparición de
los nuevos conceptos de nación que
afloran en la Edad Moderna. Ahora el
ejército es un ejército nacional, bajo
la enseña real, que sustituye directamente
a la vieja organización militar
medieval a través de las mesnadas.
Sus repercusiones se observarán sobre
el orden táctico, la jefatura y las
tropas.
Para Alex Claramunt (2017) el origen
de los tercios se halla en las colunelas,
es decir, aquellas agrupaciones
tácticas de diferentes capitanías o
compañías de infantería cuya entidad
oscilaba entre los ochocientos y mil
quinientos efectivos. Estas colunelas
o coronelías, tuvieron una formación
variable en el tiempo. Un ejemplo serían
las integradas por doce compañías
de quinientos hombres, de los
que doscientos eran piqueros, doscientos
rodeleros —armados con espada
y escudo— y los cien restantes,
arcabuceros. Esta combinación de
armas, que sufrió alteraciones con la
paulatina desaparición de la rodela y
la introducción del mosquete, fue la
clave del éxito de los tercios sobre
las falanges suizas y la caballería pesada
francesa. Laínez, en postura similar,
establece también que esto es
posible debido a la desaparición de
las barreras feudales, ya que permitió
aumentar la selección de los mandos.
En este sentido, la procedencia
social ya no era un factor determinante
para acceder a la alta oficialidad,
lo que provocaba que la carrera
militar se articulase profesionalmente
y con mucha más eficacia que en
épocas anteriores. El soldado, además,
tenía ese halo heroico y aventurero,
así como la posibilidad de hacer
fortuna debido a la gran cantidad de
conflictos bélicos en los que España
estaba inmersa. Esto llevó a que gran
cantidad de jóvenes se alistara en los
tercios.
Como se ha señalado, por tanto, la formación
68 / Revista Ejército n.º 969 • diciembre 2021
común de combate del tercio
consistía básicamente en «un escuadrón,
o cuadro de picas, flanqueado
en sus cuatro esquinas por mangas
de arcabuceros; la solidez frente a
la caballería del bloque de picas se
compenetraba a la perfección con la
potencia ofensiva que proporcionaban
las «bocas de fuego». Las batallas
de Bicoca, Pavía, Mühlberg y San
Quintín afirmaron la eficacia de dicho
sistema» (Claramunt, op. cit.). Los
tercios, en definitiva, eran unidades
permanentes, con estructura orgánica
bien definida y todo un entramado
sanitario, logístico y religioso que
mantenían estos ejércitos. Además,
las exigencias de la guerra contribuyeron
de manera decisiva al desarrollo
de un verdadero estado fiscal militar
con sus propios mecanismos, como
señala Claramunt nuevamente.
Según Laínez, los tercios fueron «la
herramienta decisiva que forjaba la
victoria y conjuraba las amenazas».
Vamos a ver brevemente la composición
de un tercio, no por su importancia
que, por supuesto es vital, sino
porque conviene saber los nombres
de los efectivos que los constituían, ya
que en este artículo nos centraremos
sobre todo en las tácticas de combate.
La organización militar de las fuerzas
es muy compleja y en ella intervienen
variados y numerosos factores. Por
ejemplo, la infantería se componía por
piqueros, arcabuceros, mosqueteros,