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Apuntes de un arquitecto
Una obra dice mucho de su autor y de sus intenciones y la
obra del madrileño Luis Gutiérrez Soto (1900-1977) habla
muy bien de su faceta poliédrica, siempre adaptándose a los
tiempos y a las exigencias de los promotores. Versátil e infa-tigable
como le define David Pallol. Precisamente una de las
cualidades que destacan sus biógrafos es su capacidad de
trabajo y eso fue debido a su habilidad y talento por sacar
adelante cualquier proyecto por difícil que fuera, bien por la
complejidad del solar, bien por las características técnicas
del encargo o por su falta de precisión, como fue el caso del
Ministerio del Aire.
Solo en Madrid sacó adelante unos cuatrocientos proyec-tos
de todo tipo (públicos y privados) ya que supo evolu-cionar
en paralelo a las corrientes arquitectónicas de cada
momento, desde su etapa inicial de tintes modernistas, ex-presionistas
y art decó hasta el racionalismo más puro co-mo
el antiguo edificio de Galerías Preciados de la plaza del
Callao (1956). Solo con ver algunas de sus obras anteriores
y coetáneas al CGEA nos podemos hacer una idea de su
habilidad por amoldarse a los nuevos tiempos y a las exigen-cias
de los promotores: los cines madrileños Callao, Europa,
Barceló, Narváez, Rex, la primera terminal del aeropuerto de
Barajas, el bar Chicote, varias viviendas de Chamberí, el edi-ficio
Carlos III de la calle de Goya e incluso el edificio del Alto
Estado Mayor de la Defensa, mucho más moderno de lo que
dice su fecha de finalización, 1953.
Además, Gutiérrez Soto evitó acomodarse a su situación
profesional y por ello viajó por el extranjero para conocer
ideas, tendencias, nuevas maneras de entender la arqui-tectura
y se dio cuenta de que la autarquía era perniciosa
para la creación. Encerrarse en sí mismo no era bueno para
desarrollar nuevas aventuras constructivas y crecer profesio-nalmente.
En un congreso celebrado en Lima en 1948 pudo
comprobar personalmente como sus propuestas estaban
desfasadas y apenas despertaron interés entre el público
asistente. Se dio cuenta de que la tradición no era el camino
y que el aislamiento social era contrario a los desafíos del
progreso.
Afortunadamente su cabeza inquieta le permitió enfrentar-se
al reto con nota alta: «Con tan pocos documentos empe-cé,
a mi vuelta, —se refiere al viaje por Alemania e Italia— a
estudiar el proyecto que había de emplazarse en los solares
resultantes del derribo de la Cárcel Modelo. Y pronto me di
cuenta de que disponía de un terreno que sobrepasaba con
mucho a las necesidades de un edificio de esta clase. Se
me planteaba, pues, en este caso, un segundo problema de
tanta o más importancia que el propio ministerio. Era éste el
núcleo urbano que se debía organizar en esa zona de Madrid,
tan importante porque constituye la entrada a la ciudad des-de
su único acceso digno. Ya no se trataba de edificar un mi-nisterio
en una plaza aislada. Ahora había que trazar la plaza
urbana de este recinto. Y en la solución de este problema es
donde creo que he logrado un resultado considerable… Por
tratarse de una obra de conjunto, estimo que su efecto no se
logrará en los detalles parciales, sino a la vista de la composi-ción
totalmente terminada».
Ese espíritu crítico del que hablo más arriba lo confirmaba
el propio autor en 1950 cuando aún quedaban ocho años
para la finalización definitiva de las obras: «Un tema impor-tante,
posiblemente el tema más importante que plantea
este edificio, es éste: El Ministerio del Aire, proyectado hace
ocho años, ¿es una arquitectura que debe hacerse hoy? Esto
mismo me lo pregunto yo muchas veces. Cuando lo proyecté
había en España un clima, como consecuencia de nuestros
terribles sufrimientos en la guerra, que nos llevaba a todos
hacia el ansia de hacer una arquitectura neta y genuinamente
española. Los españoles quisimos hacer nuestra arquitectu-ra.
En aquel preciso momento se me planteó el proyecto del
ministerio del Aire y yo —con absoluta sinceridad lo digo—
intenté contribuir al logro de esta arquitectura española. Hice,
como es natural, muchos tanteos, y el que me pareció mejor
fue este que tenéis delante. ¿Se parece al Monasterio de El
Escorial? He de deciros que no lo he pretendido. Si recuer-da
a aquella primerísima edificación, no ha sido adrede; ha
surgido así por el empleo únicamente del sentido común».
¡Ah!, el sentido común otra vez en un momento de exaltación
nacional que condicionaba o alteraba el más común de los
sentidos.
Lo de menos es el estilo empleado; lo realmente importan-te
y que llama la atención sin saberlo es la simplicidad arqui-tectónica.
Decía el maestro Fernando Chueca en la citada
Revista Nacional de Arquitectura que Gutiérrez Soto era «uno
de los pocos grandes arquitectos españoles de la actualidad
el comentario es de 1950 sin mentalidad barroca. Barroco
significa predominio de lo accidental, de lo externo y de lo
particular…». Y ahí está el éxito visual del CGEA, en la au-sencia
de detalles y adornos que distraigan la contemplación
del edificio. Fernando Chueca Goitia (1911-2004), recordado
por sus grandes obras de restauración, por su erudición y
por haber finalizado la catedral de la Almudena de Madrid,
se refería al trabajo de Gutiérrez Soto en estos términos: «...
Carné militar del teniente Gutiérrez Soto. CGA
El arquitecto Gutiérrez Soto explica a las autoridades el proyecto del Mi-nisterio
del Aire. CGA