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diez años de carencia obligatoria en la Sociedad Fi-lantrópica
Ferroviaria de Socorro Mutuo. Así que al
enviudar su madre, por circunstancias de la vida se
convirtió en el «paterfamilias». En consecuencia, ne-cesitaba
encontrar una profesión con un buen sueldo
que pudiera permitirle atender su obligación familiar
presente y futura.
- Tras la disolución del ejército, su sustitución por las
milicias de los partidos políticos y sindicatos y la
anarquía que supuso ese proceso, Largo Caballero
firmó (16 de octubre de 1936) el decreto de creación
del Ejército Popular de la República (EPR) y el reclu-tamiento
de levas obligatorias. Dado que en pocas
semanas Eduardo iba a ser llamado a filas, no había
nada que pudiera satisfacer sus exigencias persona-les.
- El Ministerio de Marina y Aire comenzó a publicar
todo tipo de convocatorias para la formación de
pilotos militares, tanto en Escuelas en España1 (La
Ribera, El Carmolí y Lorca, también Reus, Sabadell
y, más tarde, San Javier) como en escuelas extranje-ras,
concretamente en Francia2 (Agen, Boury-le-Cha-telle,
Esbly, Orly, Villeneuve-sur-Lot), donde tras seis
meses de curso recibían el título básico de piloto mi-litar,
y en la URSS3 (Kirovabad y Járkov en el Cáuca-so,
actuales Azerbaiyán y Ucrania respectivamente);
tanto las escuelas francesas como las soviéticas es-taban
ligadas a programas de adquisición de medios
aéreos por parte de España.
Inicialmente las convocatorias estaban restringidas a
personal de aviación, pero las necesidades eran tan gran-des
que se abrieron a aspirantes civiles. Sin duda, Eduar-do,
con diecinueve años, debió de pensar que en ese
tipo de convocatorias podría encontrar «su oportunidad»,
esto es, la de conseguir una profesión bien remunerada,
rodeada además de un halo de reconocimiento, aventura,
romanticismo, etc.
El caso es que, efectivamente, firmó en la primera oca-sión
que tuvo, y tal fue la publicada en la Gaceta de Ma-drid,
Núm. 258, de 14 de septiembre de 1936, página
1793, en la que, de acuerdo con el Consejo de Ministros
y a propuesta del Ministerio de Marina y Aire se decretaba
(Decreto de 12 de septiembre de 1936), la realización de
un curso de pilotos de aviación en el aeródromo de San
Javier (Murcia).
Se desarrollaba un articulado que regulaba el proceso
de selección de alumnos piloto: tras la superación de unas
pruebas previas a nivel local, se facultaba a la Subsecre-taría
del Aire para designar «los solicitantes que deban
presentarse en el aeródromo de San Javier donde serán
sometidos a un reconocimiento médico definitivo. Los
solicitantes, físicamente aptos, serán declarados alumnos
pilotos, filiándoseles como soldados y devengando su ha-ber
más la gratificación de plaza aérea correspondiente».
Aparte de otras consideraciones, interesa destacar que la
convocatoria restringía la solicitud a aquellos «españoles,
mayores de 18 años y menores de 21, que pudieran acre-ditar
su lealtad al régimen mediante certificado expedido
por cualquiera de los partidos políticos o agrupaciones
sindicales afectos al Frente Popular».
Militancia política o sindical
Eduardo no ejercía militancia política alguna y, además,
procedía de una familia católica; entonces, ¿cómo con-siguió
acreditar su lealtad al régimen? El mecanismo seguido
podría derivarse del hecho de que su tío segundo, Conrado
Fernández, primo de su padre Ramiro, estaba casado con
Abilia Perahita, maestra de escuela nacional y activista re-publicana,
miembro destacado del Comité de Mujeres Anti-fascistas
de Madrid. Abilia podría haberle proporcionado el
necesario «certificado de lealtad al régimen» con todo apoyo
y efectividad.
Fue admitido a las pruebas selectivas, al superar a nivel
local, a mediados del año 1936, el primer examen de co-nocimientos
(celebrado en el Palacio de Comunicaciones
de Madrid, actual sede del Ayuntamiento de Madrid), y el
reconocimiento médico (en el Hospital Provincial de Ma-drid-
Hospital Clínico de San Carlos, actual sede del Museo
Nacional Centro de Arte Reina Sofía). Aquellos que lo supe-raron
fueron convocados a presentarse en la base aérea de
San Javier (Murcia), a primeros de diciembre, al objeto de
pasar las pruebas definitivas. Fueron alojados en el requi-sado
convento de Los Jerónimos, situado cerca de La Ñora
(Murcia). Las pruebas teóricas resultaron bastante asequi-bles;
por el contrario, el reconocimiento médico lógicamen-te
fue muy exigente, pues se trataba del servicio de vuelo:
«integridad anatómica y funcional de los aparatos digestivo,
respiratorio, circulatorio y locomotor; limitación del peso
corporal máximo; y, particularmente, los índices de, agudeza
visual a superar en cada ojo sin corrección de lentes, agu-deza
auditiva y permeabilidad nasal». Los solicitantes aptos
fueron declarados alumnos pilotos por la Subsecretaría del
Aire, filiándoles como soldados y devengando su haber más
la gratificación de plaza aérea correspondiente.
Es de suponer que Eduardo experimentaría un considera-ble
alivio en la presión que venía sufriendo por su responsa-bilidad
familiar, sobrevenida a una edad tan temprana.
Interesa recordar que la Orden Circular de 4 de diciem-bre
de 1936, publicada en La Gaceta de la República Núm.
341, de 6 diciembre de 1936, páginas 907 y 908; regulaba la
enseñanza del pilotaje militar en sus diferentes niveles y es-pecialidades,
así como las promociones al empleo de cabo
(vuelo sin profesor en avionetas elementales en un número
de horas no inferior a 15) y al de sargento (vuelo en mono-motores
de no gran dificultad que, tras las prácticas en doble
mando, los alumnos totalicen un mínimo de 20 horas). Ter-minada
la transformación, comenzará la enseñanza en una
escuela de la especialidad bajo el siguiente programa: a) Ca-za.
Pilotaje de aviones de dificultad progresiva, terminando
con el de monoplazas rápidos, vuelo sin visibilidad exterior y
combate contra todo tipo de aviones. La totalidad de las en-señanzas
enumeradas se desarrollará en la escuela de Vuelo
y Combate, bajo cuyo título se fusionarán las dos escuelas
destinadas a dichas especialidades (se refiere a la escuela
elemental de Alcantarilla−El Palmar y a la escuela de trans-formación
de La Ribera−San Javier, respectivamente, cuyas
instalaciones se encuentran cerca de la ciudad de Murcia). b)
Cooperación con el Ejército. c) Bombardeo. d) Hidroaviones.
Y establecía que «La finalización de estas enseñanzas permi-tirá
el destino a fuerzas aéreas, dará lugar al título de piloto
militar y el tanto por ciento de premio inherente al citado
título».
Al día siguiente de la conclusión de los exámenes, los par-ticipantes
son formados en el claustro de los Jerónimos para
dar a conocer los resultados. El capitán Carlos Núñez Mazas,
subsecretario de Aviación del Ministerio de Defensa Nacio-nal,
lee la relación de los que han de salir de filas y formar
aparte, los cuales deben recoger en la oficina su documenta-ción
para regresar a sus unidades o lugares de procedencia.
Los que permanecen en formación reciben la grata noticia de
estar aprobados, unos 200 de 3.000 aspirantes. Aquellos con
conocimientos de francés harán el curso de vuelo en Francia
y el resto, Eduardo entre ellos, lo harán en la existente enton-ces
URSS.
El viaje a la URSS
El viaje de la primera expedición de alumnos piloto espa-ñoles
a Kirovabad (actual Gianja de Azerbaiyán) fue des-crito,
con más o menos detalle, por todos aquellos pilotos de
caza que publicaron sus memorias, como Tarazona4, Bravo5,