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Conocidos ampliamente por los grabados que se conser-van
en el Museo de Historia de Madrid son los vuelos de
Vicente Lunardi, un aventurero nacido en Luca (Italia), que el
12 de agosto de 1792, después de haber triunfado en Lon-dres,
se elevó desde el jardín del Buen Retiro y se perdió en
el aire hasta que por la tarde aterrizó en la villa de Durazo.
En el «Diario de Madrid» se publica2, «… vieron las gentes
el globo y pensando que sería alguna cosa del otro mundo,
echaban a huir amedrentadas, y las mujeres llorando a lá-grima
tendida se iban corriendo a sus casas, y un guarda de
viñas echó mano a la escopeta y le iba a tirar un balazo, y no
lo hizo porque el mismo susto se lo estorbó». Realizó otra
ascensión en enero de 1793 desde la entrada del Palacio
Real que cuenta con todo detalle el mismo periódico3 desde
el comienzo de la elevación, y los experimentos que se aco-metieron.
En 1818 se anunció la actuación en el Buen Retiro de los
reputados aeronautas franceses André Jacques Garnerin
y su hija Elisa Garnerin, también aeronauta. El espectáculo
consistía en la elevación del globo y posterior salto de la hija
en paracaídas. Asistiría al evento el rey, aristócratas e infi-nidad
de público, calculado en unas 20.000 personas, pero
fue un fracaso y el globo no se elevó4. El público enfadado,
al parecer, estropeó una buena parte de los plantones de los
jardines, circunstancia por la que no se autori-zaron
posteriores solicitudes de otros aeronau-tas
que intentaban realizar ascensiones desde
el Buen Retiro como la del también francés
Fortunato Tucia en 1820 o la del famoso cien-tífico
belga Esteban Robertson que finalmente
se elevó desde la plaza de toros situada junto
a la Puerta de Alcalá.
En 1833 llegó a Madrid el aeronauta portu-gués
Manuel García Rozzo que había realizado
varias ascensiones en Cádiz y en el Puerto de
Santa María, una de ellas en presencia de los
infantes D. Francisco y doña Luisa Carlota.
Con muchas dificultades consiguió la autori-zación
para realizar la ascensión en el Buen
Retiro. El primer intento no pudo realizarse
por desatarse una tormenta en el momento
de iniciarse la exhibición. Un segundo intento
a mediados de julio, esta vez frente al Palacio
Real, igualmente fracasó, como podemos leer
en la noticia de «El Correo» de 15 de julio de
1833: «Ayer domingo se verificó la segunda
tentativa de D. Manuel García Bozo para ele-varse
con un globo aerostático. Fue tan des-graciada
como la primera el 28 de abril último.
El paraje señalado era la plazuela del Oriente
del real palacio. A las diez de la mañana se
dio principio a la operación empleándose el
ácido sulfúrico y el zinc para la extracción del
gas hidrógeno necesario á llenar el globo, que
en otras ocasiones ha servido al mismo Bozo
para el efecto. La operación correspondía en-teramente,
y a las once y media estaba lleno
el aeróstato en un tercio de su volumen, em-pleándose
solo seis ó siete cubas ó toneles
de las diez y seis prevenidas para el asunto.
Así siguió la operación hasta eso de la una, en
que se descubrieron en el tafetán del globo por
su parte medía dos o tres leves rasguños, que
inmediatamente se compusieron, y se volvió a
seguir, empleando las cubas restantes, y reno-vándose
sucesivamente la carga de las usadas
al principio. La producción de gas era conti-nua,
pero lenta, lo que hizo que á las cinco,
hora señalada para la ascensión, solo estuvie-se
lleno el globo en su mitad.
Una hora más pasó siguiendo la operación
por beneplácito de S.M., (que desde el balcón
del real palacio estaba viéndola), y á petición del mismo Roz-zo,
quien a pesar de ver lo poco que se había adelantado en
ella, se arrojó á subir en la barquilla, y mandando soltar las
cuerdas a los operarios pudo elevarse á muy pocas varas
del suelo. Después de revolotear con el globo errante por
la plazuela, cayó al fin sin sufrir grave lesión según parece,
con lo cual concluyó esta desastrosa tentativa en la que una
castaña o frasco de ácido se rompió, quemando el toldo in-mediato
de los que había prevenidos para resguardar a los
operarios del sol que baña aquel recinto»5. También describe
ambos fiascos el periodista y escritor Larra, pero fijándose
especialmente en el costumbrismo de los asistentes, la ex-pectación
colectiva y el posterior desengaño por la frustra-ción6.
Con este fracaso acabó el primer periodo de ascensiones
en Madrid caracterizado por aeronautas que pretendían
mostrar el artilugio volador en sí mismo como centro de sus
exhibiciones. En otros países estas muestras se combinaron
con estudios científicos como las ascensiones de Robertson,
Biot o Gay-Lussac, que con su ley sobre presión y tempe-ratura
de los gases supuso un considerable avance para la
ciencia y sigue martirizando en la actualidad a los estudian-tes
con los problemas.
«Ascensión de Lunardi». Grabado. Museo de historia de Madrid.