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En el mes de octubre las actividades estaban a pleno ren-dimiento.
De acuerdo con un informe sobre el funciona-miento
del aeródromo, los cinco alumnos del Aero Club van
desarrollando su labor a la perfección, destacando entre
ellos Luis Angulo, que por entonces había efectuado doce
vuelos pilotando un «Deperdussin» y que en breve haría las
pruebas para la obtención del título. Bajo la dirección del
capitán Ríos y la labor del también capitán Pérez Núñez y
del teniente Varela, los alumnos, tanto militares como civiles,
realizaban los entrenamientos.
Las primeras pruebas de contacto con un aparato la ha-cían
rodando en el mencionado «Deperdussin» con motor
«Anzani» de 35 cv que, como se ha comentado antes, sólo le
permitía rodar. De esa forma se familiarizaban con los man-dos
del motor. De ese avión se pasaba a otro del mismo tipo,
con un motor de 50 cv pero con la mitad de la superficie de
sus planos sin entelar, donde ya rodaban a velocidades cer-canas
a los 60 km/h, a fin de acostumbrarles a los mandos
de dirección. Cuando cumplía con estas pruebas, el alumno
pasaba a un avión dotado con motor de 80 cv y doble man-do,
donde volaba acompañado de su profesor, hasta darle la
«suelta».
Junto a las prácticas, los alumnos recibían clases teóricas
sobre aerodinámica y meteorología, además de prácticas en
el montaje y reglajes de motores, estas últimas junto a los
buenos mecánicos getafenses que fueron adiestrados en la
etapa de Kindelán.
Para facilitar la enseñanza a los aficionados pertenecientes
al RACE, este concentra sus actividades en la Escuela de
Aviación Militar y beca a algunos de sus socios.
El Final de la Guerra Mundial y su influencia en la
aeronáutica militar
En el mes de noviembre de 1918 finaliza la I Guerra Mun-dial.
La Aviación dio un salto cualitativo, en especial en
las técnicas de la guerra desde el aire. Con la aparición de
la artillería antiaérea, el romanticismo de los «caballeros
volantes» de los primeros años dejó de existir. Se trató de
encontrar medios de defensa: blindajes, armas automáticas,
sincronización de los disparos con las revoluciones de la
hélice, el cañón a través del eje de la hélice... Por otro lado,
aparecieron las operaciones ofensivas bombardeando objeti-vos
militares primero, y civiles posteriormente.
A finales del año 1918 se establecen en Getafe un gru-po
de aparatos rápidos de la Aviación militar, con la idea
de la creación de una Escuela de acrobacia en vuelo, en la
que sus pilotos se dedicaban a adquirir experiencia en esa
faceta. Entre ellos destacaba el teniente José Martínez de
Aragón, aquel joven que se atrevió a hacer dos «loopings»
sobre Getafe en el año 1916 y que hizo el curso volando
en sábados y domingos. Este piloto ya estaba considerado
como un «as» de la aviación para el que, según los cronistas
de la época, no tenían secretos toda clase de piruetas, como
«loopings», «vrilles», etc.
Finaliza el año 1918 y el aeródromo de Getafe continúa
siendo foco de atención, debido a la actividad aeronáutica
que se desarrollaba, tanto la impulsada por el Real Aero Club
como la de la propia Aviación militar.
Por otra parte la Escuela vuelve a cambiar de manos, en
1918, pasando del Ministerio de Fomento al de la Guerra,
con dependencia del Servicio de Aeronáutica Militar.
Actividad aérea y de fabricación en Getafe
Amalio Díaz mantuvo su fábrica en Getafe, incluso cuando
se suspendieron las actividades docentes en la Escue-la,
coincidiendo con el cese del capitán Alfredo Kindelán,
construyendo un gran número de hélices empleadas en los
aeroplanos civiles y militares, y de otros diseños que eran
exportados en gran número al extranjero.
Para el concurso de aviones militares, convocado en 1918,
los talleres de Amalio Díaz se afanan en preparar un proto-tipo
de caza, un avión biplano, dotado con motor «Hispano
Suiza», y se realizan diversos ensayos en el laboratorio que
Kindelán había montado para este tipo de pruebas.
El prototipo de Amalio Díaz participa en un concurso de avio-nes
militares en Cuatro Vientos. El avión fue pilotado por José
Piñero, que tuvo un pequeño accidente. Las pruebas continua-ron,
esta vez pilotado por el francés Papey, al no existir pilotos
civiles españoles que dominaran los ejercicios de caza y estar
prohibido a los militares participar en este tipo de eventos.
Mayo 1919-Caza de Amalio Diaz en Concurso de aviones militares.
A pesar de la seguridad que la técnica aportaba a la avia-ción,
el riesgo de volar era patente. El día 10 de marzo de 1919
mueren en accidente los capitanes Julio Balseiro y José Carlos
Martín. El aparato que pilotaban era un «Moranne Saulnier» de
los pertenecientes a la escuadrilla rápida militar allí establecida.
Esta noticia abre nuevamente la discusión sobre las posi-bilidades
de la aviación en general. Son muchas las voces
que se alzan alertando de los peligros que la aviación puede
traer. Incluso se abre un litigio escrito entre quienes defien-den
las ventajas de la Marina en contra de la Aviación, a la
vista de la recién acabada Guerra Mundial.
No obstante, la industria francesa «G. Latecoere» solicita del
Gobierno español el permiso de sobrevuelo para el estableci-miento
de un servicio de correos entre Francia y sus posesiones
en África. Para ello realiza vuelos de prueba, apoyándose en el
litoral mediterráneo, a través de Barcelona, Alicante y Málaga.
La compañía, representada en España por Luis Montesino
Espartero, marqués de Morella, anterior director de la ENA,
realiza el estudio de un nuevo recorrido: el de enlace de
Francia con Barcelona, Zaragoza y Madrid. Con ese motivo,
el día 11 de abril de 1919 llega a Getafe un aeroplano «Late-coere
», pilotado por el aviador René Rodier, procedente de
Toulouse. En el tramo de viaje desde la población francesa
hasta Barcelona, llevó como viajeros al capitán De Massini y
al deportista español, Joaquín Carreras. La duración en tiem-po
real de vuelo, desde la población francesa a Getafe fue
de 5 horas 53 minutos. El avión era un biplano, dotado con
motor «Salmson» de 180 cv.
En el mismo mes es el piloto inglés Havilland quien llega al
campo de Santa Quiteria, con un aparato que fue montado
en los talleres de Cuatro Vientos. De ambas visitas interna-cionales
existe amplia documentación.
El 30 de mayo de 1919 amanece un día espléndido, con
las típicas rachas de viento de la estación primaveral. Desde
muy temprano se van acercando miles de personas al que
se empieza a considerar el centro de España: el Cerro de
los Ángeles. Han pasado casi tres años desde aquel junio de
1916 en que se colocó la primera piedra, cuando se inaugura
en lo alto de dicho cerro el gran monumento escultórico, del
que es autor Aniceto Marinas, dedicado al Sagrado Corazón
de Jesús, monumento que en el futuro sería referencia obli-gada
para los aviadores destinados en Getafe.