Magnífica imagen de la plaza de Moncloa a principio de los años cincuenta con el Ministerio del Aire casi terminado a falta del pórtico central, seguramente
el elemento arquitectónico que más le costó cerrar a Gutiérrez Soto. La fotografía muestra el gran solar donde se levantarían las viviendas militares que ce-rrarían
Francisco López-Pedraza (1909-1989), tuvieron la habilidad
de ir levantando el edificio por plantas y no por alas; de esta
manera se fueron ocupando gradualmente hasta el punto de
que la sede ministerial no tuvo una inauguración oficial, cum-pliendo
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sus funciones administrativas y militares desde 1954.
En este sentido me gustaría dedicarle unas líneas al doctor
ingeniero aeronáutico López-Pedraza y Munera, miembro de la
8ª promoción de la Escuela Superior Aerotécnica y de la Junta
Organizadora del Instituto Nacional de Técnica Aeronáutica (IN-TA)
y director de las obras de los edificios y pista de vuelo de la
futura base aérea de Torrejón. Una vez finalizados los trabajos
de Moncloa, formó parte de la Dirección de Infraestructura del
Ministerio del Aire, de la Junta de Obras de Aeropuertos y de
la Academia Militar, donde impartió clases de Aeropuertos y
Construcción como catedrático de la Escuela Técnica Superior
de Ingenieros Aeronáuticos. Fue autor de Aeropuertos, conside-rado
el primer libro sobre la materia escrito en España. Se retiró
de la vida activa en 1975 con el grado de general.
La importancia del emplazamiento
La ciudad acababa y acaba donde el arquitecto creó un
nuevo concepto de ciudad. La entrada noroeste de Ma-drid
es el único acceso limpio de edificaciones donde se pasa
directamente del campo a la urbe a excepción del complejo
de la Moncloa y algunas construcciones universitarias que
salpican los primeros kilómetros de la carretera de La Coruña.
No hay barrios periféricos ni polígonos ni centros empresaria-les
próximos. Un emplazamiento único gracias a la herencia
de los reales sitios de El Pardo y de la Florida y la Moncloa
que resultaron determinantes para arrancar el programa ar-quitectónico
de Gutiérrez Soto. Y lo fueron porque facilitaron
la idea estrella del autor, el embellecimiento de una puerta de
la capital que hasta entonces había permanecido alejada de
todo decoro urbanístico debido, en parte, a la presencia de
la Cárcel Modelo y a ser el límite noroccidental de la ciudad
donde las actuaciones urbanísticas quedaban difuminadas por
la distancia y la falta de población. Los bordes de las ciudades
siempre son territorios indefinidos. Seguramente debió pesar
más en el ánimo del arquitecto el encaje del edificio en el lugar
que el propio diseño de la construcción y el resultado se pudo
comprobar al final del proceso con la acertada composición
de todo el conjunto, marcando la línea decorativa de la zona
con recuerdos del pasado.
Como se ha comentado, el Ayuntamiento quiso al principio
una plaza cerrada al más puro estilo castellano, como una gran
plaza mayor, pero Gutiérrez Soto, con buen criterio, valoró nega-tivamente
la idea por dos razones: la primera, que el gran edificio
proyectado quedaría oculto y se trataba de una construcción
para ser vista; y segundo, que una plaza cerrada impediría la
visión al noroeste, a la sierra, uno de los ejes de actuación del
arquitecto que no era otro que el embellecer el acceso que co-municaba
la capital con varios lugares de gran carga emocional
para el Régimen: El Pardo, el Valle de los Caídos y el Monasterio
de El Escorial. El autor lo dejó claro en la Revista Nacional de
Arquitectura: «Al principio, en el Ayuntamiento me aconsejaron la
disposición de una plaza cerrada, en contra de mi opinión, pues
estimaba que con ello se colocaba un doble telón, primero a la
maravillosa vista de la sierra al salir de Madrid, y después, al pro-pio
edificio en la entrada a la ciudad. Planteé, por tanto, una lonja
abierta que al contrario de lo que digo para la plaza cerrada, libra
la doble perspectiva del paisaje en un sentido y del nuevo edificio
en el opuesto. Con ello, como dije antes, he llevado el problema
a su más fundamental aspecto, el urbanístico, con la creación de
una plaza importante».
Pero el trabajo de Gutiérrez Soto fue más allá de la simple
reordenación arquitectónica de la plaza de Moncloa y alrede-dores,
su huella iba a trazar la silueta de la capital del imperio
de los años 40 y 50 con una serie de edificios próximos que
cambiarían la imagen del noroeste. El Ministerio del Aire fue la
guinda de un ambicioso proyecto que cambió la imagen de una
zona arrasada por la guerra. Así se fueron levantando diferentes
la plaza por el norte. Cuartel General del Aire.