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Breve antología de poesía aeronáutica
Adolfo Roldán Villén
Coronel de Aviación (Retirado)
Académico C. Real Academia de la Historia
Miembro de Número del CASHYCEA
Introducción
El tema aéreo, aparece disperso en los sondeos de la más
remota antigüedad, desde el origen del vuelo, tanto si
nos referimos al sentido mitológico, encarnado en un dios,
como al referirnos al sentido religioso del relato bíblico. Por
tanto, no es de extrañar que existan testimonios escritos
(documentos literarios) relacionados con lo aéreo desde hace
miles de años.
Decía Antoine de Sant-Exupéry: «para escribir hay que te-ner
algo que decir». Posiblemente, pero no cualquier cosa, y
es que lo que vale la pena compartir solo puede proceder de
algo extraordinario, requisito que en mi opinión debe existir
para tener algo digno que escribir.
Hay pocas actividades que nos recuerden cual es nuestra
realidad y que somos vulnerables, como el volar. Por tanto,
en el alma de cada aviador hay un poeta, algunos no lo reco-nocen
y sólo lo sienten, lo guardan en lo más profundo de su
intimidad, pero lo saben. Otros lo aceptan y lo llevan consi-go,
finalmente están aquellos, conscientes de ser testigos de
la belleza que rodea el vuelo, les obliga a convertirse en na-rradores,
o poetas, y forman parte de este capítulo especial
del arte de escribir, llamado Poesía Aeronáutica.
Podemos decir, cuando nos referimos a la poesía aeronáu-tica,
que «el espíritu del vuelo no yace en el avión sino en el
aviador, del que emanan los actos para pilotar su aeronave y
las palabras que reflejan la experiencia». Por eso la única poesía
aeronáutica vive en la obra de algunos pilotos, a veces ignorada
y otras veces no publicada, y en las letrillas y canciones que
brotaron espontáneamente durante las guerras, en las residen-cias
de oficiales, pabellones o en los aeródromos…
Cuando el 17 de diciembre de 1903, los hermanos Wright
lograron que el Flyer I se elevara del suelo, no cabe duda que
surgía una nueva perspectiva que traería repercusiones de
toda índole y, entre otras, culturales.
Desde el aeroplano hasta el avión de nuestros días, ha
marcado en la literatura universal y en la española en parti-cular,
una nueva visión del mundo, que se ha plasmado tanto
en la lírica como en la épica.
Ciñéndonos al territorio de la poesía, la fascinación por el
vuelo del aeroplano se concentra en los trabajos de famosos
literatos que van desde Miguel de Unamuno hasta las van-guardias.
Así, D. Miguel de Unamuno, en un pequeño poema escrito
en 1915 titulado «Al Aeroplano» decía:
Volando cantan hélices de acero;
Ya viene el tiempo de robusto encanto,
Graznan los cisnes al morirse o callan,
Se baña en nubes rígido aeroplano.
Mientras que escritores y poetas vuelcan su pluma en los
fascinantes artilugios voladores, como les denomina el cate-drático
de Salamanca, los pilotos apuntan a nuevas gestas
dentro del incipiente mundo de la aviación. En febrero de
1926 finaliza el vuelo del Plus Ultra entre Palos de la Frontera
y Buenos Aires. Se realizan las expediciones entre Espa-ña-
Filipinas y España-Guinea. El avión comienza a verse en
los cielos españoles y otro gran poeta Eliodoro Puche publi-ca,
1926, «Cruza un Aeroplano» en el que el autor renuncia a
la pureza «ultraísta» para humanizar el ingenio.
«Como un ruiseñor joven
El tiburón mecánico, cantaba
Sus canciones de hoy,
Con trinos de mañana
Ha cruzado como una lanzadera,
El tiburón sonoro…
De sus alas
Metálicas pendía
Zumo de sol en luminosas algas».
Poetas míticos
El tema aeronáutico en la poesía tiene su precedente en
la más remota antigüedad. Comenzando por la fuente
conocida más antigua, el mito de Dédalo e Ícaro. Homero en
su obra «la Ilíada» trata el tema, continúa Sófocles en el siglo
V antes de Cristo, incluyendo el asesinato de Perdix a manos
de Dédalo, pero es Eurípides en su obra «Los Cretenses»
donde nos informa de quien ordenó construir el Laberinto.
Aunque es conocido el citado mito, la versión de Ovidio
en su «Metamorfosis» es la más completa. Un fragmento de
dicho poema es:
«Apresado en el tedio
Del exilio lejano,
Dédalo languidecía
Suspirando por su país natal.
El mar le impide la huida,
Y por eso monologa:
A través de tierra y mar
Nos apresa ominoso yugo,
¡Oh, cruel Minos que nos retienes!
Pues bien, huiremos por el aire,
Libre de tu poderío».
Dédalo personifica al artista completo, arquitecto, escultor
e inventor. En Creta construyó el laberinto y una serie de
estatuas que le dieron fama. Pasifae, la mujer del rey Minos,
protector de Dédalo, enamorada de un toro, recurrió al poder
de invención de Dédalo para que le construyese una vaca de
madera dentro de la cual se acomodó Pasifae para entregar-se
al toro. De esta forma nació el Minotauro. Enterado el rey,
de la infidelidad de su esposa encerró a Dédalo y a su hijo
Ícaro en una prisión (el laberinto) por haberla ayudado.
Ícaro empujado por su padre, se valió de unas alas unidas
al cuerpo con cuerdas para escapar del laberinto. Pero se
equivocó al desobedecer las instrucciones del padre, acer-