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Estampa de la Biblioteca Nacional (Biblioteca Hispánica) del jardín del Buen Retiro preparado apra el espectácu-lo
con el globo de Lunardi inflado en medio de los asientos de los espectadores (1792).
La prensa y los escritores
El anterior recorte de prensa, sobre el aeronauta portugués,
da pie a introducir este apartado dedicado a lo que reflejan
los periódicos sobre la aerostación al comienzo del reinado
de Isabel II. Fue muy popular la serie de relatos sobre el viaje
aerostático de Fr. Gerundio y Tirabeque, escrito por Modesto
Lafuente, que describe un viaje fantástico realizado por este
fraile aprovechando lo que dice ver desde el globo para hacer
una crítica cómica de los distintos acontecimientos que van
apareciendo, con lo que al tratarlo como fantástico consi-gue
esquivar la censura reinante
aunque tiene más que ver con
la política del momento que con
aspectos aeronáuticos7, por lo
que por no alargar el artículo so-lo
voy a referirme a un conoci-do
escritor y periodista como fue
Mariano José de Larra y a una
revista de difusión científico-cul-tural
como fue «El Instructor».
Larra publicó infinidad de ar-tículos
sobre aerostación en
los distintos periódicos para
los que trabajó como: «As-censión
aerostática», en el
que escribe «el descubrimien-to
de los globos es acaso el
más asombroso de que puede
gloriarse el entendimiento hu-mano
»8, «Globos aerostáticos»
o «Ascensiones de aerostáti-cas
notables». Por su calidad,
aunque no sea estrictamente
aeronáutica, destaca el cono-cido
«El hombre globo» donde
clasifica a los hombres en só-lidos
(los menos inteligentes,
más apegados a las costum-bres
y que siempre obedecen
a los otros), líquidos (aquellos
que tienen movilidad, más
inteligentes, capaces de re-flexionar)
y gaseosos (los ca-pacitados
para dirigir a los
demás); a estos últimos, por
sus ascensiones y bajadas,
los compara con un globo ae-rostático:
el hombre globo, del
que concluye que en España
nunca los dejarán destacar,
bien porque se estrellarán o
porque tendrán que exiliarse
al extranjero. A lo largo del ar-tículo
utiliza, de forma simbó-lica,
un lenguaje aerostático.
Reproduzco un pasaje del tra-mo
final del mismo: «Entretan-to
el hombre-globo hace unos
cuantos esfuerzos en el aire,
un viento le lleva aquí, otro
allá, descarga lastre... ¡inúti-les
afanes! Al fin viene al sue-lo:
sólo observo que están ya
más duchos en el uso del pa-racaídas;
todos caen blanda-mente,
y no lejos; los que más
se apartan van a caer al Buen
Retiro».
El segundo punto es la pren-sa
que hace continuas refe-rencias
a la aerostación, y he elegido concretamente el
artículo de la revista «El Instructor» de febrero de 1837
con el título «Aerostación» que abre ese número con un
dibujo del gran globo de Londres. A lo largo del artícu-lo
de tres páginas se describe la historia de los globos
aerostáticos, la problemática del parachute, inventado
precisamente por Garderín, que como se recordará no
pudo despegar en el espectáculo que tenía preparado
en Madrid junto con su hija, y finalmente un viaje que
emprendió el piloto aeronauta Mr. Charles Green con