206 CÉSAR PELLICER MARCO
Sin embargo, no por ser más devastadora debemos pensar que la caballería
era invulnerable ante el enemigo. De hecho, paralelamente al auge
de la caballería pesada, también lo fue el uso de regimientos de piqueros
–cuyas picas asustaban a los caballos–, así como de arqueros y ballesteros.
Podríamos decir que estos últimos eran los archienemigos del caballero por
excelencia.
Ahora bien, la pobre armadura y el escaso alcance de saeteros y ballesteros
durante la Alta y Plena Edad Media, los hacía sumamente ineficaces
contra las cargas de caballería. Habría que esperar al nacimiento de las
repúblicas burguesas italianas en el siglo XII para que se alterase realmente
la situación: ya que no podían depender de la caballería en batalla al no contar
con un sustrato social nobiliario que costeara caballos y armaduras, estas
Repúblicas centraron sus esfuerzos en la lucha a distancia, fomentando el
uso de petos y cascos entre los tiradores. También se incrementó la potencia
y alcance de los proyectiles especialmente con ballestas y arcos largos, dando
lugar a tropas tan memorables como los ballesteros con pavés genoveses.
Sus victorias haciendo frente a los caballeros imperiales Hohenstaufen elevaron
su fama, convirtiéndolos en codiciados mercenarios para toda Europa,
demostrando que la caballería no era tan invencible como se creía.
Como si de una carrera se tratase, los caballeros respondieron a esto
con un reforzamiento progresivo de su protección, mediante armaduras de
cuerpo entero que contrarrestasen los disparos de ballestas, arcos y arcabuces.
Ya en el siglo XV, una armadura de batalla podría llegar a los 28kg,
mientras que una de torneo superaría los 45kg. En cierto modo, estas palabras
del historiador M. Bennett se convirtieron en una realidad: «La democratización
de la muerte originada por la flecha y las balas significó que el
soldado de caballería, que antes del 1300 había tenido poco miedo a morir
en batalla, en los años siguientes se enfrentó a una probabilidad mayor de
resultar muerto»8.
En fin, el declive de la caballería feudal a finales del medievo fue
abrupto y traumático, coincidiendo con el auge de una infantería de proyectiles
cada vez más amenazante y un estilo de guerra cada vez más sangriento.
En los siglos XIV y XV, la guerra ya no consistía en meros asedios y
encuentros esporádicos, sino en verdaderas batallas campales de gran crueldad.
Gracias a las mejoras en armamento y estrategia, la infantería se acabaría
imponiendo definitivamente. Muy variadas batallas así lo confirman:
Aljubarrota, Crécy, Agincourt o Poitiers, siendo estas últimas la tumba del
mito de invencibilidad del legendario chevalier francés, que encontró la horma
de su zapato en los longbowmen ingleses y sus empalizadas defensivas.
8 BENNETT, Matthew: op. cit., pág. 124.
Revista de Historia Militar, 128 (2020), pp. 206-238. ISSN: 0482-5748