232 CÉSAR PELLICER MARCO
guerras Ônin (siglo XV). Sin una autoridad superior que los controlase, los
señores feudales se sintieron libres de fortificar sus territorios y de engrandecer
sus huestes a placer, guiados por las rivalidades entre clanes. Como en
Europa, el afán por poseer vastos dominios llevó a un aumento exponencial
de las guarniciones defensivas, y de los ejércitos ofensivos, cosa que no hizo
sino perpetuar el estado de guerra civil absoluto en que Japón estuvo sumido
durante la Era Sengoku.
En definitiva, el nacimiento de una infantería versátil y bien armada
sustituyó a la caballería en su rol de espina dorsal de los ejércitos. Las guerras
ya no se dirimirían con asedios esporádicos, batallas campales o escaramuzas
puntuales en las que una carga lanza en ristre pusiese en desbandada
al enemigo; la guerra mutó completamente, pasando a estar compuesta por
enfrentamientos a gran escala, duros y largos asedios, y la presencia de un
sinfín de mejoras técnicas contra los que la caballería no era rival.
Ahora bien, la pérdida de su hegemonía militar, no implicó que desapareciera
la caballería como factor espiritual. La nobleza, alta y baja, siguió
aferrándose a sus derechos caballerescos, manteniendo el caballo como
símbolo de su estatus. Los códigos de honor también se mantuvieron plenamente
vigentes, y las historias de caballeros y princesas seguían siendo
el género más apreciado durante los siglos XV y XVI europeos (inspirando
la parodia de Cervantes con su fabuloso Don Quijote). Análogamente, en
Japón, los herederos de los antiguos bushi se dedicaron en cuerpo y alma a
preservar la pureza de su linaje guerrero, sin mezclarse con comerciantes o
campesinos. La práctica de la esgrima y de artes marciales como el kyûdô y
el kenjutsu remontan a esta época, la del “Barroco japonés” del Shogunato
Tokugawa, y que estaban amparadas por una filosofía que veía con añoranza
el pasado guerrero de sus ancestros. Esa melancolía quedó claramente plasmada
en doctrinas como el Bushidô y el Hagakure, que bebían del zen y del
neo-confucianismo, y que se grabarían a fuego en el alma de los japoneses.
El fin de la caballería como sistema llegó en momentos muy dispares.
En Japón, fue en el año 1870, según Inazo Nitobe, al ser el año en que se abolió
formalmente el régimen feudal Tokugawa y se restauró el poder imperial
en la Era Meiji con un Estado-Nación modernizado al estilo occidental. En
Europa, por su parte, no existe una fecha concreta que marque la disolución
de la caballería como sistema, aunque, en nuestra opinión, consideramos
que Carlos V bien podría ser el último ejemplo de rey-caballero, imbuido de
la conciencia y valores artúricos. La dicotomía entre el borgoñón y Francisco
I fue clara muestra del fin de una era: así como Carlos seguía creyendo en
la fuerza moral de la palabra de honor y en una guerra justa, su rival francés
no dudaba en romper sus promesas y en adoptar los postulados de Nicolás
Revista de Historia Militar, 128 (2020), pp. 232-238. ISSN: 0482-5748