242 FCO JAVIER HERNÁNDEZ NAVARRO Y ANTONIO PRIETO BARRIO
laborales que generaban en comparación con otros asalariados, permitiendo
suplir el escaso personal sanitario durante las guerras de Ultramar. Desde la
tercera guerra carlista, la Cruz Roja española comenzó a prestar asistencia
a los heridos, pero no fue hasta 1899 cuando quedó vinculada a Sanidad
Militar, con dependencia del Ministerio de la Guerra y del Ministerio de
Marina, y con la atribución de reclutar personal facultativo de servicio en
tiempos de guerra, instruyendo también a enfermeros y enfermeras. Desde
agosto de 1904, con la modificación de la Instrucción General de Sanidad,
se reconocieron las carreras auxiliares en medicina, como las matronas y los
practicantes, que englobaban a las enfermeras de la Cruz Roja entre otras;
pero no sería hasta 1915, cuando las mujeres tuvieron acceso a las escuelas
hospitalarias y facultades de medicina, a pesar de haberse aprobado en ese
mismo año el reconocimiento del título de enfermera en España. En enero
de 1916, se aprueban las bases para la reorganización de la Cruz Roja en
España, estableciéndose dos secciones, la de caballeros y la de señoras. En
junio de 1916 se aprueba el reglamento de la Asamblea Central de Señoras,
permitiéndose este mismo año a las enfermeras civiles trabajar en los hospitales
militares, siendo las tituladas todavía muy escasas. Incluso después del
desastre de Annual, se siguió poniendo trabas para que las enfermeras, tanto
religiosas como laicas, fuesen destinadas a los hospitales de Marruecos7.
Al inicio de la Guerra Civil y en sus primeros meses, el personal sanitario
militar seguía siendo escaso y mal formado8. Por lo que esta vez, y por
las dimensiones que fue tomando el conflicto, en los dos bandos se recurrió
al personal femenino sanitario sin muchos remilgos. En el caso de los sublevados
o nacionales, siendo la escasez de enfermeras tituladas la norma,
su procedencia fue muy diversa: las referidas monjas y damas de la Cruz
Roja, a las que se fueron uniendo de la Sección Femenina de FETJONS,
las “margaritas” de Comunión Tradicionalista, y voluntarias seglares sin
adscripción alguna. Esta mezcolanza, además del innato desinterés de las
autoridades militares en lo referente a su personal femenino, originó durante
el primer año de guerra numerosos problemas de convivencia como de desorganización,
añadiéndose además que la mayoría de ellas no tenían los conocimientos
necesarios para sus cometidos9. Se intentó remediar creándose
7 PUERTO FERNÁNDEZ, Isabel del: óp. cit., pp. 329-331.
8 BESCÓS TORRES, Jesús: “La sanidad Militar en la Guerra de España (1936-1939), 2ª
parte”, en Medicina Militar, Revista de Sanidad de las Fuerzas Armadas de España, vol.
43, nº 4 (1987), p. 434.
9 LARRAZ ANDÍA, Pablo: “Heridos, enfermedades, hospitales y enfermeras: la otra cara
de la guerra”, en Memoria y Civilización. Anuario de Historia, nº 15 (2012), pp. 187-210.
QUESADA GONZÁLEZ, José Miguel: óp. cit. NAVARRO CARBALLO, Juan Ramón:
“La Cruz Roja española y la guerra Civil 1936-1939”, en Medicina Militar, Revista de
Sanidad de las Fuerzas Armadas de España Vol. 44, nº 4 (1988), p. 417-421.
Revista de Historia Militar, 128 (2020), pp. 242-320. ISSN: 0482-5748