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ropeas, aunque sobre todo en la francesa y borgoñona. Paradigmático es
el ilustre caso de Felipe de Alsacia (1143-1191), conde de Flandes, quien
participó en las Cruzadas, y que quiso plasmar su pasión por la caballería
solicitando al celebérrimo Chrétien de Troyes la creación de una obra a la
par caballeresca y religiosa: el Perceval o Cuento del Grial, en el que, como
su título indica, se añadió al ya vasto mundo caballeresco el componente
sagrado del Santo Grial, tan anhelado por los cruzados.
Otro caso destacable es el de Guillermo el Mariscal (1145-1219),
cuya trepidante y fascinante biografía es el máximo exponente de caballero
medieval: distinguido en batalla a los 18 años, se ganó la atención de Leonor
de Aquitania y su esposo Enrique II. Participó en torneos y vivió en la corte
Plantagenet, la más caballeresca del momento. No contento con eso, viajó a
Tierra Santa como cruzado y, a la vuelta, formó parte de la alta política del
rey Ricardo Corazón de León. Amén de todo ello, existieron rumores sobre
sus posibles amoríos con la reina Margarita de Francia (al más puro estilo de
Lanzarote y la reina Ginebra). En fin, Guillermo fue el paradigma perfecto
de caballero aventurero, valeroso pero cortés, que odiaba estarse quieto en
un mismo lugar, y que, en palabras de G. Duby, en sus hazañas quedaban reflejadas
las de Arturo, Galván y los caballeros de la Tabla Redonda12. Todo
un modelo a seguir.
En el ámbito de la cortesanía española, tenemos a Ramón Llull, cuyo
opúsculo sobre las normas de la orden de caballería resume todas y cada una
de las facetas del buen caballero, y se convirtió en todo un referente para
las generaciones posteriores, como el afamado Don Juan Manuel. Las instrucciones
de Llull son muchas y muy variadas, pero nosotros citaremos tres
en concreto, que sirven de descripción general de la caballería: «Oficio de
caballero es mantener y defender la santa fe católica» (caballero cristiano),
«tan noble cosa es el oficio de caballero que cada caballero debería ser señor
y regidor de alguna tierra» (caballero aristocrático) y «oficio de caballero es
mantener y defender a su señor terrenal» (caballero leal)13.
Y, por añadir una última –aunque no por ello menos relevante– referencia
que nos sirva de colofón para definir con exactitud el susodicho
modelo cristiano de caballería, transcribiremos a continuación las didácticas
palabras con las que la Dama del Lago trata de explicar las esencias de todo
buen caballero a un jovencito Lanzarote, quien estaría destinado a convertirse
en el sin par Sir Lancelot. No por ser literaria cuenta esta cita con menos
valor:
12 DUBY, Georges: Guillermo el Mariscal. Alianza Editorial, Madrid, 1984.
13 LLULL, Ramón: Libro de la orden de caballería. Alianza Editorial, Madrid, 2016, págs.
33, 35 y 36.
Revista de Historia Militar, 128 (2020), pp. 210-238. ISSN: 0482-5748