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PRIMEROS AÑOS DE FRANCISCO DE TOVAR COMO ALCAIDE Y … 129
apresarle y, sometido a tormento, “confeso la verdad, y con esto descubrió
que él y otros dos avian escondido los dineros”115, que solo se recuperaron
en parte ya que un mercader implicado en el asunto consiguió ocultar una
cantidad. Sin embargo, los bienes que Juan de Argarain tenía en la Goleta
sirvieron para compensar lo que había robado. Pero Tovar quería ir más lejos
y someterle a un castigo ejemplar puesto que aseguraba que el pagador,
español de origen y casado con una mujer siciliana, tenía en esa isla más
bienes que debían ser confiscados. En ese sentido, escribió a Hernando de
Gonzaga para informarle de todo y rogarle, de paso, que le entregase a los
otros responsables que estaban presos en la cárcel de Trapani.
En ese año de 1539, Tovar se entrevistó con Ferramolino de forma
imprevista ya que había venido a Bona para observar las consecuencias del
terremoto sufrido. Apenas pudieron hablar tres horas ya que tenía que regresar
a Sicilia en las naves que recalaron en Puerto Farín. En realidad, el gobernador
no deseaba oponerse frontalmente al proyecto del ingeniero cuyas
trazas se seguían en la construcción de la fortaleza, aunque reconocía que
“algo va herrado” por lo cual dudaba de que el resultado fuera satisfactorio.
En lo que sí coincidían ambos era en comenzar la obra perpetua en la “punta
de Santiago, y en esto tiene razon”, y se proponía ejecutarlo así aunque careciese
de cal, la cual pensaba que podría conseguirse a mejores precios en
Cerdeña116. Tovar recordaba al monarca Carlos V la necesidad de disponer
de carretas para facilitar los trabajos de construcción en la fortaleza. Si el
año anterior le había sugerido la adquisición de 30, elevaba ahora su número
hasta 50 y pedía como bestias de carga mulas en vez de bueyes. Estimaba el
gasto en 600.000 maravedís, calculando que, en muchas partes de Castilla,
el precio de una carreta y un par de mulas rondaba los 10.000. En cuanto
a los artesanos de los diferentes oficios, ya había mostrado su preferencia
por que fuesen de origen español. Consideraba, incluso, una opción válida:
que se trajesen a la Goleta condenados españoles que podrían trabajar sin
sueldo en las obras y servir como soldados en caso de necesidad. A su juicio,
éstos eran más recios que los malteses que residían en la Goleta, empleados
como gastadores. Sólo exceptuaba de este criterio étnico al oficial veneciano
solicitado el año pasado, por lo experto que era en asentar construcciones
sobre el agua. Asimismo expone que la fortaleza necesitaba toda clase de herramientas
–especialmente azadas, palas y hachas- que proponía adquirirlas
en Venecia por ser allí más baratas que en Sicilia. En cuanto al arsenal de la
fortaleza, reconoce que adolecía de carencias significativas. Por ejemplo, el
115 Ibidem.
116 Ibidem.
Revista de Historia Militar, 129 (2021), pp. 129-138. ISSN: 0482-5748