36 FERNANDO CALVO GONZÁLEZ-REGUERAL
Las fotografías y testimonios de ese día 28 de marzo de 1939 en Madrid
nos hablan de una entrada no solo incruenta sino feliz de los soldados
nacionales en la capital de España. Tras la rendición de la ciudad por parte
del coronel don Adolfo Prada Vaquero, en un gesto que le honraba, al
coronel don Eduardo Losas Camuñas (jefe de la División 16 del Ejército
nacional, de guarnición en la Universitaria y Casa de Campo), la gente, simpatizante
o no de los nacionales, se les echaba literalmente en los brazos, tan
famélica como estaba.
Escenas pintorescas se sucedían por doquier: soldados republicanos
volviendo a casa en el metro; guardias de asalto republicanos haciendo la
carrera a los soldados nacionales victoriosos, que bajaban con sus mulos y
sus raciones del día y sus camisas remangadas por la calle de Alcalá; quintacolumnistas
organizados ahora hasta en tercios de requetés -así el Tercio de
Nuestra Señora de la Almudena, por ejemplo- y banderas de Falange controlando
los puntos neurálgicos en coordinación con Melchor Rodríguez, el
anarquista que ha pasado justamente a la historia como el “ángel rojo” por
haber detenido la carnicería de noviembre de 1936, ahora alcalde interino
de la ciudad confirmado por los nacionales durante unos días por mor de la
tranquilidad ciudadana...
Si bien esta transición casi pacífica, con tintes a veces cómicos si la
situación global no fuera tan dramática, representaba la alegría de la Infantería,
la pax del soldado de primera línea, lo cierto es que esto duró poco,
pues pronto los tribunales represores se iban a enseñorear tristemente de la
ciudad, comenzando una represión larga y realmente cruda. Pero aquél día
de primavera fue feliz; así lo recordaba alguien no precisamente simpatizante
de los vencedores:
“El 28 de Marzo del 39 me sorprendió el ruido que venía de la calle.
Pasó una camioneta abarrotada de jóvenes que gritaban ¡Arriba España!
y ¡Viva Franco! Pronto supe lo que sucedía. Los soldados de la República
abandonaron las trincheras. La guerra no había terminado pero Madrid
había abierto sus puertas al ejército nacional. El gentío había invadido
las calles. Los tristes ocultaban su tristeza, la alegría parecía contagiarse
de un semblante a otro. Invadían el aire los sones de las típicas zarzuelas.
También se escuchaba “volverá a reír la primavera”
Y era cierto: la primavera
reía. Nunca hubo una primavera como la del 39”
(Fernando Fernán-Gómez en sus memorias, El tiempo amarillo).
Revista de Historia Militar, 129 (2021), pp. 36-52. ISSN: 0482-5748