ESPAÑA, PRIMAVERA DE 1939. RADIOGRAFÍA DE UN EJÉRCITO 35
todo el territorio que quedaba en poder de la República, buscando llegar
cuanto antes a los principales puertos del Mediterráneo y ciudades costeras:
Valencia, Alicante (que vería unos últimos dramáticos acontecimientos de
infausto recuerdo), Cartagena y Almería. Las órdenes dadas para la ocasión
especificaban claramente que la ofensiva debía realizarse con la mayor celeridad
posible, intentando ya evitar derramamientos inútiles de sangre, pero
empleándose con dureza si se observaba aún resistencia (en realidad no hizo
falta en la mayoría de los casos, dándose escenas en que las unidades republicanas
se entregaban más rápidamente que lo que las nacionales podían
avanzar, de forma que en algunos casos las vanguardias de los vencedores
progresaban y a su zaga se iban uniendo, sin desarmar todavía, las unidades
vencidas. Antes de emprender las acciones, las divisiones nacionales
avisaban por equipos de megafonía al contrincante el inicio de la ofensiva,
asegurando clemencia caso de no encontrar resistencia).
Como escribió Lojendio, cronista encuadrado en el Cuartel General
de Franco: “Los trenes de los soldados recorrían sin interrupción las tierras
de la península. Largos convoyes de divisiones motorizadas cruzaban sus
rutas con su carga de hombres y material. Las fábricas militarizadas trabajaban
en turnos acelerados. Los talleres de reparación devolvían renovado el
viejo armamento. La Sanidad montaba nuevos hospitales. En los cuarteles
generales, teléfonos y enlaces no tenían un momento de descanso. Toda la
España nacional estaba agitada por el tráfago febril y apasionado de la preparación
de esta ofensiva. La seguridad de que el final era inmediato, de que
estaba ahí, reinaba en todos los escalones”14. De hecho, la ofensiva comenzó
el 26 de marzo y ya no paró hasta el día 31. Porque la guerra, en realidad,
estaba acabando por agotamiento. Esto es precisamente lo que ocurrió en
su lugar más emblemático: Madrid. Como le señaló el coronel Casado a
uno de sus oficiales cuando este le informaba sobre las escenas descaradas
de confraternización que estaban teniendo lugar en la tierra de nadie de la
Universitaria la noche del 27 al 28 de marzo de 1939, los soldados estaban
haciendo la paz por su cuenta:
“Déjeles que sigan disfrutando, porque nos están dando una lección.
¿Quiere usted nada más hermoso que la paz haya empezado por abajo?”
14 Lojendio, José María: Operaciones militares de la Guerra de España. Montaner y Simón,
Barcelona, 1940. Como curiosidad, diremos que este observador que vivió la guerra
al lado de Franco recibiría su cadáver en el Valle de los Caídos en noviembre de 1975
por… haberse ordenado sacerdote tras la guerra y llegar con el tiempo a ser abad de los
benedictinos.
Revista de Historia Militar, 129 (2021), pp. 35-52. ISSN: 0482-5748