MUJERES Y EJÉRCITO EN TIEMPOS DE NAPOLEÓN 73
se casaban tarde, a los 37 años de media, y lo hacían con mujeres una decena
de años más jóvenes41.
El Decreto de 16 de junio de 1808 también prohibía que los militares
en campaña fueran acompañados por sus mujeres. Pero, la norma pronto fue
ignorada. Y muchas fueron las mujeres que, a lo largo del Imperio, prefirieron
hacer caso omiso de las leyes, y venciendo todo tipo de obstáculos, por
no poder resignarse a una larga separación, dejaron atrás casas y haciendas,
y marcharon tras sus maridos hacia un futuro incierto, lleno de peligros.
Ese fue el caso de Madame Porcher, mujer que acompañó a su marido,
teniente coronel del 24 de Línea, durante toda la campaña de 1806-1807.
La tarde de la batalla de Eylau, al ver que no regresaba su marido, fue de
un vivaque a otro durante horas en busca de noticias suyas, sin obtener resultado
alguno. Al amanecer, recorrió el campo de batalla y, tras horas de
búsqueda incesante, descubrió finalmente el cadáver de su marido, mutilado
y desnudo. Lo trasportó hasta el campamento y lo hizo embalsamar en
una caja de madera. Sin perder un solo instante, hizo llevar a París aquella
“prueba de su amor y de los horrores de la guerra”42.
Por lo general, aquellas heroínas anónimas que partían a la guerra, en
una elevada proporción iban unidas a oficiales de los cuerpos y escalas medias
del ejército, ya que apenas se veían en campaña a las mujeres legitimas
de los altos dignatarios, generales o mariscales. Ellas preferían permanecer
con su rango y honores en sus mansiones de París. Algunas incluso, si así lo
consideraba oportuno Napoleón, desde allí, en la distancia de la retaguardia,
movían los resortes y manipulaban a sus maridos, a los que, incluso, no dudaban
en dictar la línea política de lo que debían hacer. Tal fue el caso, por
ejemplo, de Oudinot, mariscal del Imperio.
Aquellas mujeres se mostraban con frecuencia lo mismo que los músicos
tras las batallas. Conquistado un país, aparecían ellas y tomaban posesión
de la capital del territorio ocupado por las tropas que mandaban sus
esposos. Entonces, los bailes que a continuación se sucedían para conmemorar
la victoria se celebraban bajo el signo de la férrea jerarquía femenina,
de manera que el bastón de mando no era únicamente la señal de identidad
del hombre, y la escala de mandos se trasladaba a los salones.
Algunas de estas mujeres fueron célebres, como el caso de Carolina
Bonaparte, hermana de Napoleón y mujer de Joaquín Murat. Reinó en Nápoles
junto a su esposo, y para mantenerse en el trono debió conducir duran-
41 PIGEARD, Alain: op. cit., pág. 360.
42 LUCAS-DUBRETÓN, J.: op. cit., pág. 233.
Revista de Historia Militar, 129 (2021), pp. 73-102. ISSN: 0482-5748