76 MARGARITA CIFUENTES CUENCAS
Hubo ciertamente mujeres que sirvieron en calidad de soldado, en
un mundo esencialmente masculino. Su presencia se convirtió en un hecho
excepcional, pero cierto. Se dio por igual en todos los ejércitos y con más
frecuencia de lo que la historiografía nos ha dejado entrever, ya que su presencia
es sumamente difícil de constatar, pues, como es natural, la interesada
guardaba con el mayor celo su secreto, que únicamente se desvelaba, de
forma fortuita, por algún suceso casual.
En la noche del 26 al 27 de diciembre de 1781, durante el asedio al
Castillo de San Felipe de Mahón por parte de las tropas españolas, en el que
intentaban tomar al asalto aquel importante punto defensivo menorquín en
poder de Inglaterra desde el Tratado de Utrecht, un disparo de artillería procedente
del castillo hirió gravemente a un soldado llamado “Carlos Garain”,
perteneciente al Regimiento suizo de Betfchart, rompiéndole la pierna derecha
a la altura de la pantorrilla. Trasladado al hospital, consiguió ocultar su
mal, y persuadir a los cirujanos y practicantes que no lo reconocieran. Pasó
el día con grandes dolores, y debido a que se sentía cada vez peor, solicitó
confesarse, recibiendo los Santos Sacramentos. Esa misma noche falleció,
y al sacar el cadáver, comprobaron, con sorpresa, que no se trataba de un
varón, sino de una mujer. Los facultativos la reconocieron y comprobaron,
además, que era virgen. Enterado el duque de Crillon, mandó suspender el
entierro hasta su llegada, por lo que el cadáver se depositó temporalmente en
la iglesia del Carmen, ataviado con el hábito de la Virgen, corona y palma.
El día 29 fue inhumada con todos los honores. En su filiación constaba que
era hija de Pedro y Carlota Willie, de religión católica. Tenía 17 años y era
natural de S. Gengu, en la Republica Wallay, en Suiza. Tal era su interés en
ingresar en el ejército como soldado que tuvo que vencer numerosas dificultades
hasta lograrlo.
Queda la duda acerca de cuál fue su mayor mérito: su valor o su castidad;
o los esfuerzos añadidos por sobrevivir y lograr durante años de engaños
no ser reconocida como mujer, en lo que demostró notable habilidad,
pues incluso hizo estrecha amistad con un soldado de su misma compañía,
compartiendo cama durante dos meses sin que el joven descubriese nunca
su secreto45.
No muy conocida, aunque no por ello menos impactante, fue la odisea
de un joven mozo voluntario francés que un oficial descubrió en 1812
cuando Napoleón entraba en Moscú. Era aquel un hábil e intrépido jinete,
y cada mañana marchaba al galope en busca de forraje con el que alimentar
45 QUETGLAS MOLL, Juan, MORATINOS PALOMERO, Patrocinio: Hospital Militar
de la “Isla del rey” en Mahón. Datos para su Historia. Asasve.es
Revista de Historia Militar, 129 (2021), pp. 76-102. ISSN: 0482-5748