
56 MARGARITA CIFUENTES CUENCAS
CUANDO LAS MUJERES IBAN A LA GUERRA
El jueves, 5 de noviembre de 1812, la mujer del barbero de una compañía
de granaderos de la Guardia de Napoleón, durante el alto del descanso
obligado del Ejército en el vivaque, a una hora indeterminada
del atardecer, comenzó a encontrarse seriamente indispuesta. No se trataba
de una enfermedad, sino de algo más natural, aunque igualmente inapropiado
por las terribles circunstancias del momento. Mientras que la nieve caía
en forma de grandes copos, y con una temperatura inferior a 20 grados bajo
cero, que había convertido la estepa rusa en una inmensa nevera, aquella
mujer daba a luz un rollizo niño. ¡Un milagro! Un inesperado resplandor de
vida surgida en medio de la muerte blanca.
En esas difíciles circunstancias, el coronel Bedel, que mandaba el
Regimiento, hizo todo lo posible para contribuir al bienestar de la mujer,
prestando su capote para cubrirla. Esa misma noche, los soldados de guardia
mataron un gran oso blanco que al instante sirvió de comida al batallón.
Después de haber pasado una noche de lo más penosa a causa del
intenso frío, la larga columna se puso de nuevo en marcha. El coronel prestó
su caballo a la señora Dubois, que sostenía al recién nacido entre sus brazos,
envuelto en una piel de mouton, en tanto que ella se resguardaba al abrigo
de un par de capotes que habían pertenecido a dos hombres de la compañía,
muertos durante la noche4.
Aquel día, 6 de noviembre de 1812, había una niebla densa que no
permitía ver nada, y un frío de 25 grados bajo cero que hacía que los labios
se pegasen y el cerebro se helase. Parecía que marchaban en medio de una
atmósfera congelada. La nieve no había dejado de caer durante todo el día,
en forma de grandes copos, y azotaba los cuerpos mediante violentas ráfagas
de viento. No solo era imposible ver el cielo, sino incluso a los propios
compañeros que caminaban justo delante5.
Sin embargo, aquel resplandor inesperado de vida surgida como un
milagro durante la noche, se apagará algunos días después, durante un alto
en el camino por el que avanzaban penosamente, atravesando la inmensidad
de ese paraje helado que debía conducirlos hacia la frontera salvadora.
Cuando en un momento dado la madre retire al niño de su cuerpo para atenderle,
descubrirá con horror que el bebé que sostenía entre sus brazos estaba
muerto, y, en un instante, congelado por el frío.
4 BOURGOGNE, Sargent: Mémoires du sargent Bourgogne. Edit Arléa, París, 1992, pág.
67.
5 Ibídem, 68.
Revista de Historia Militar, 129 (2021), pp. 56-102. ISSN: 0482-5748