
MUJERES Y EJÉRCITO EN TIEMPOS DE NAPOLEÓN 95
trasladado a Francia, decidieron viajar al país vecino para estar a su lado.
Estas últimas, cruzaron ellas solas la frontera con Francia, sin autorización
ni permiso de ningún tipo, con la esperanza de encontrarlos y reunirse con
ellos en alguno de los numerosos depósitos de prisioneros diseminados por
toda la geografía gala. Por lo general, en la frontera se les impedía el paso,
salvo que se tratara de mujeres de oficiales, en cuyo caso solían ser menos
estrictos71.
Las mujeres de los prisioneros no eran bienvenidas. Al contrario, su
presencia resultaba especialmente embarazosa para el Gobierno Imperial, y
a la larga un problema añadido, ya que no sabían muy bien qué hacer con
ellas, pues, legalmente, no se las podía meter en la cárcel, por lo que deambulaban
descontroladamente, de un lado a otro del país.
Según avanzaba la guerra de España, se iba incrementando el número
de prisioneros que, conforme a la decretado por Napoleón, debían
ser rápidamente alejados del teatro de operaciones y trasladados a Francia
para evitar cualquier tentación de huida o fuga. En consecuencia, aumentaba
también el número de españolas que, de una forma u otra, conseguían
desplazarse al país vecino en busca de sus esposos. Un proceso lento pero
constante que, a modo de goteo imparable, se constataría, día a día, en todos
los depósitos de prisioneros de Francia. Al principio fue un acontecimiento
menor y se produjo de forma sutil y sin consecuencias, pero con el tiempo
se convirtió en una incómoda realidad, que conllevaba desagradables inconvenientes.
El descubrimiento oficial de su presencia data del año 181172.
Fue entonces cuando Napoleón se enteró de que ya eran unas 820 mujeres73.
Ese número, que inevitablemente estaba llamado a crecer, obligó al
Gobierno francés a dejar de ignorar el problema y tomar una decisión. En
adelante, la administración departamental y local se encargaría de regularizar
los desplazamientos de esas exiliadas voluntarias. Con tales medidas se
evitaba que recorriesen el país de forma incontrolada y en todas direcciones,
de un depósito de prisioneros a otro, averiguando el paradero de sus maridos
y compañeros, buscándose la vida como podían y subsistiendo de la mejor
forma posible74.
71 Las demás tuvieron que buscar mil artimañas para cruzar por su cuenta los Pirineos.
72 AYMES, Jean-René: Los españoles en Francia (1808-1814), la deportación bajo el Primer
Imperio. Edit. Siglo XXI, Madrid, 1987, pág. 103.
73 Existe un informe fechado en 1811 que cifra en 825 las mujeres viviendo en campos de
prisioneros, normalmente esposas de algunos de los allí recluidos, a las que se tildaba
de “comportamiento bueno y decente”, con casi ausencia de meretrices. PORRAS Y
RODRÍGUEZ DE LEÓN, Gonzalo: op. cit., pág.66.
74 En ese sentido, debemos puntualizar que por aquel entonces en Francia ya estaba aprobado
y en plena vigencia el Código Civil elaborado por Napoleón, de ideas muy avan
Revista de Historia Militar, 129 (2021), pp. 95-102. ISSN: 0482-5748