62 MARGARITA CIFUENTES CUENCAS
soldado13. Más adelante, y si podían permitírselo, lo harían en algún furgón
más o menos abandonado14.
Muchas de ellas se convirtieron en mujeres y esposas de los soldados,
y era un hecho frecuente que, muerto este, contrajeran en poco tiempo un
nuevo matrimonio con algún compañero de armas sin que el tema del luto
fuera un obstáculo, saltándose para ello cualquier tipo de norma social. Si
se terciaba, el nuevo casamiento se podía llevar a cabo incluso a las pocas
semanas y durante una misma expedición guerrera15.
13 Antes de poder adquirir el animal, habitualmente acompañaban a los arrieros contratados
por la intendencia napoleónica para el transporte de alimentos, enseres y armamento.
El transporte de los bagajes y útiles de guerra, además de los alimentos, fue uno de los
grandes problemas del Ejército napoleónico. Napoleón, que permanentemente tenía ante
sus ojos el ejemplo romano, no conseguía solucionar de forma satisfactoria el problema
del trasporte de la impedimenta. Para ello recurrió a varias fórmulas. Al comienzo del
Imperio, el servicio de transporte había sido confiado a un adjudicatario, la compañía
Breidt, pero esta constantemente ocasionaba problemas. En opinión del Emperador trabajaba
muy mal: “Es un desastre. Tardan 14 días en hacer una ruta de cinco días”, una
ruta que por entonces se hacía fundamentalmente en carros requisados con sus atelajes y
conducidos por sus propietarios (LUCAS-DUBRETÓN, J.: op. cit., pág. 65). En 1807,
tuvo la idea de crear los denominados “batallones de equipajes” aunque su implantación
fue muy lenta y progresiva, y además, tampoco funcionaron todo lo bien que a él le
hubiera gustado. Así pues, y en tanto se iban implantando esos batallones de equipajes,
para resolver el problema del transporte, y habida cuenta de que los coches reglamentarios
eran raros, especialmente en la Infantería, se continuó con la vieja fórmula por la
que el transporte de los bagajes se hacía mayoritariamente con los carros requisados, con
sus respectivos atelajes, y conducidos por sus propietarios, que en muchas ocasiones
iban acompañados de sus mujeres y familia. Esos vehículos avanzaban en pos de los
ejércitos muy lentamente, transportando su cargamento durante un número determinado
de leguas, y a cambio recibían una modesta indemnización que apenas alcanzaba para
su alimentación. Realizado el servicio, debían regresar a su lugar de origen. BALDET,
Marcel: op. cit., pág. 138.
14 El capitán Blaze cuenta en sus memorias que la mayoría comenzaba en ese trabajo siguiendo
a un soldado que les había inspirado sentimientos tiernos. Se las veía caminar
a pie con un barril de “Eau de vie” colgado a un lado del pecho. Ocho días después ya
estaban acomodadas en la grupa de algún caballo encontrado. El mes no acababa sin que
se hiciesen con un par de caballos y un furgón lleno de provisiones de todo tipo para vender.
BLAZE, E. capitaine: Souvenirs de un oficier de la Grande-Armée. La vie militaire
sous le Premier Empire. Fayard, editeur, París, 1904, pág. 46.
15 La historia de Marie puede ser la historia típica de miles de cantineras de la época.
Marie, nacida en Namur, se casó con un maestro de armas, que resultó ser un pésimo
sujeto. Ella se dedicó con devoción a los soldados de la compañía de su marido, cuidando
a los heridos, algo que podía hacer sin dificultades añadidas, ya que su esposo no
era nada celoso. En 1811, en Almeida, frontera de Portugal, su marido, gran saqueador
y merodeador, robó un reloj que valía 20 francos, y su general, enterado del hecho, lo
mandó fusilar. Viuda, la cantinera se volvió a casar nuevamente a los dos meses. Como
se había casado con un suboficial de la Joven Guardia, le acompañó por toda Europa, y
con él estuvo en la campaña de Rusia, y durante la terrible retirada perdió todo cuanto
tenía: lingotes, caballos, pieles… y también a su propio esposo. Durante un tiempo se
perdió la pista de la joven Marie, y el 2 de mayo de 1813, en la batalla de Lutzen, se la
pudo ver de nuevo. Ese día fue herida en la mano derecha. Posteriormente reapareció,
Revista de Historia Militar, 129 (2021), pp. 62-102. ISSN: 0482-5748