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el segundo, el impulso que a la acción
expansiva hacia el oeste proporcionó la
difusión de la doctrina del destino manifiesto,
planteamiento político abanderado
por los demócratas jacksonianos
y cuya coartada moral era la firme
convicción de la excepcionalidad de la
nación estadounidense. El destino manifiesto
propugnaba la incorporación
de todo el oeste hasta llegar al océano
Pacífico y se tradujo en la anexión de
Texas en 1845, la agregación del territorio
británico de Oregón en 1846 y la
cesión por parte de México de sus provincias
de Alta California y Nuevo México
a resultas de su derrota en la guerra
de 1846-1848. Es en este contexto en el
que el renombrado historiador del oeste
norteamericano William H. Goetzmann
señala al Cuerpo de Ingenieros
Topográficos como «institución central
del destino manifiesto»12.
En la década de 1840, alcanzaron
gran popularidad las exploraciones
del ingeniero topográfico John Charles
Fremont, quien elaboró el primer
mapa general del oeste basado en observaciones
astronómicas precisas.
Sus compañeros de cuerpo William
H. Emory y Amiel W. Whipple contribuyeron
también notablemente, aunque
con menos notoriedad pública, a
la exploración científica del territorio.
Si bien la guerra contra México aceleró
estas operaciones, en la década
de 1850 el enfoque se desplazó del
reconocimiento a la exploración detallada
del terreno y la construcción de
carreteras: John N. Macomb diseñó
la red de caminos de Nuevo México y
George H. Derby se ocupó de mejorar
los puertos de California13. En 1863,
durante la guerra civil (1861-1865), se
reunificaron los dos cuerpos de ingenieros
y, tras el conflicto bélico, las actividades
de exploración científica fueron
asumidas definitivamente por el
Departamento de Interior, quedando
al mando de personal civil. El papel de
los ingenieros militares en la expansión
hacia el oeste había finalizado.
DOS CUERPOS DE
INGENIEROS MILITARES
EN UNA ENCRUCIJADA
HISTÓRICA
Aceptando que en el periodo histórico
considerado la ingeniería militar
constituyó un instrumento capital en
el proceso de colonización del vasto
territorio trans-Misisipí y que la acción
de los ingenieros norteamericanos
supuso en cierta forma la prosecución
60 / Revista Ejército n.º 977 • septiembre 2022
de las actividades iniciadas
por los españoles, es pertinente una
comparación entre las dos corporaciones.
El primer aspecto por destacar
es que su fundación vino motivada
en ambos casos por la perentoria necesidad
de contar con un Ejército moderno
en momentos especialmente
difíciles para las dos naciones. Recordemos
que en 1711 España se hallaba
aún sumida en el caos de una guerra
dinástica y que en 1802 se cernía sobre
Estados Unidos la sombra de un
conflicto bélico con la Francia napoleónica
por la cuestión de la Luisiana.
Un rasgo común en la genética de ambas
instituciones es el racionalismo, de
procedencia francesa. Aunque España
contaba con una importante tradición
de ingeniería militar propia desde el
siglo xvi que era representada en el
cuerpo por su ingeniero general, el
marqués de Verboom, ello no supuso
un impedimento para la introducción
de la escuela de pensamiento francesa
y su ideal de excelencia14. Quizás
ayudase el hecho de que Verboom
había colaborado con el célebre ingeniero
francés mariscal Vauban y que el
cuerpo debía su existencia, autónoma
e independiente de la artillería, a la voluntad
reformista de un monarca de
ascendencia francesa: Felipe V. En Estados
Unidos, la tradición francesa databa
de la guerra revolucionaria, cuando
el general Washington se vio en la
necesidad de emplear ingenieros militares
franceses, como el general Louis
du Portail, que aportarían sofisticadas
técnicas de construcción y asedio de
fortificaciones. La influencia francesa
persistió con la fundación de la Academia
Militar de West Point, inspirada en
la elitista École Polytechnique creada
solo ocho años antes en París, durante
la Revolución francesa, y se acrecentó
tras la derrota definitiva de Napoleón
en 1815, cuando algunos prestigiosos
ingenieros militares franceses de la
talla de Claudius Crozet pasaron a formar
parte de la plantilla de profesores
de la academia15. Igualmente, el general
francés Simon Bernard, expatriado
en Estados Unidos, fue nombrado general
de brigada y jefe de la Junta de
Ingenieros en 1816, aunque en principio
ello no fuera recibido de buen grado
por sus nuevos subordinados norteamericanos.
La polivalencia fue otro aspecto que
caracterizó tanto al ingeniero militar
español como al norteamericano.
Ambos fueron especialistas en matemáticas,
dibujo técnico y ciencias en
general, así como cartógrafos y geodestas,
participando activamente en
las tareas de ordenación territorial, actividad
de la que resultaron numerosos
planos y mapas. Asimismo, las actividades
de ambos cuerpos abarcaron
un amplio espectro que no se limitó al
ámbito estrictamente castrense, sino
que se extendió a la construcción civil
y al desarrollo de infraestructuras que
facilitaran el desarrollo económico16.
En particular, los españoles llevaron a
cabo proyectos urbanísticos (con el fin
de mejorar el nivel de vida en las ciudades)
y arquitectónicos, interviniendo
Mapa de Norteamérica, donde se resalta la adquisición de la Luisiana en la construcción y remodelación de