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población nativa. Frente a la prudencia
que caracterizaba la estrategia de
Berenguer, se alzaba un Silvestre impetuoso
y osado, gran amigo de la acción,
el cual defendía la idea de ocupar
militarmente y de forma rápida el
protectorado, dejando la acción política
subordinada a la militar. Así, una
vez tomado el mando de la Comandancia
General de Melilla, impulsó en
la zona oriental un avance precipitado
y no muy bien planificado hacia el corazón
del Rif que Berenguer no pudo
o no quiso detener.
Eufórico y confiado por la aparente
facilidad con la que había avanzado,
Silvestre aseguraba estar a punto de
ocupar la bahía de Alhucemas. Empero,
las múltiples posiciones o blocaos
que había ido estableciendo a lo largo
de un amplísimo frente eran estratégicamente
indefendibles en caso de
ataque. Este se produjo en el mes de
julio de 1921. Los cientos de muertos
en las posiciones de Abarrán, Igueriben
y Sidi Dris fueron solo un aviso de
rebelión generalizada de las cabilas
rifeñas, que, unidas bajo las órdenes
de Abd el-Krim, iban a sembrar el pánico
y la muerte en todo el sector de
Melilla.
La retirada de las tropas se hizo de forma
caótica, a la desbandada, dejando
en manos de los cabileños abundante
material y pertrechos militares. La
caída de la posición de Annual, piedra
angular del desastre, donde murió el
general Silvestre (su cuerpo nunca se
recuperó), propició la caída de las demás
posiciones y el derrumbamiento
de la Comandancia General de Melilla,
ciudad que se vio seriamente amenazada.
La victoria en Annual le dio a Abd el-
Krim un prestigio extraordinario entre
las cabilas, lo que, unido a sus dotes
de mando, le confirió un poder político
y militar sobre la totalidad del Rif.
Aquella catástrofe dio al traste con los
esfuerzos de doce años y el caudillo
rifeño, antiguo protegido y empleado
de los españoles, se convirtió en su
peor enemigo. Desde 1921 y hasta el
final del régimen de la Restauración,
la cuestión de Marruecos, objeto de
66 / Revista Ejército n.º 977 • septiembre 2022
incesante debate público, se convirtió
en una pesadilla que envenenó la
vida nacional y acabó siendo una de
las principales causas de la destrucción
del régimen parlamentario.
En este contexto, la muerte del presidente
del Gobierno don Eduardo Dato
llevó a presidir el gabinete a don Antonio
Maura, el cual dirigió un Gobierno
enzarzado en agudas discrepancias
en torno a la política que, en adelante,
habría de seguirse en el protectorado.
Así, mientras algunos eran partidarios
de limitar sustancialmente la implicación
de España en Marruecos, otros
opinaban que la única política posible
era la ocupación de toda la zona, ya
que una retirada hacia la costa envalentonaría
a Abd el-Krim, dejaría las
manos libres a los franceses y supondría
una deshonra para la posición internacional
de España.
El deterioro político y social en el que
se desenvolvía la sociedad española
en aquellos momentos —fruto, principalmente,
del proceso revolucionario
de 1917, al que se unieron las