![](./pubData/source/images/pages/page169.jpg)
25.325.—Escuadra de galeras
El primer capitán gene-ral
de las galeras de Es-paña
fue el marqués de
Santa Cruz de Mudela, grande de España,
comendador de León y señor de las villas de
Valdepeñas y El Viso; y el último fue el capi-tán
general José Gutiérrez de los Ríos y
Zapata, conde de Fernán Núñez, grande de
España de primera clase, que falleció en
Cartagena el 13 de mayo de 1749, donde
había fijado su residencia desde el año 1717.
25.326. —Fábrica de artillería
Una real orden de 22 de
julio de 1781 dispuso
que la fábrica-fundición
de artillería y municiones de La Cavada pasa-se
al ramo de Marina, por ser para esta el
mayor número de piezas y proyectiles que allí
se hacían. Otra real orden de 8 de diciembre
del mismo año dispuso la entrega que quedó
efectuada el 18 de enero del año siguiente.
25.327.—Terremoto de Orán
En octubre de 1790
experimentó el Arsenal
de Cartagena numerosos
desperfectos en su fábrica a consecuencia del
temblor de tierra que se dejó sentir en la
madrugada del día 9, y que produjeron la
total ruina de Orán que, por entonces, era
posesión española. El ingeniero Juan Smith
que dirigía las construcciones del Arsenal,
dio cuenta al capitán general del departa-mento,
marqués de Casa Tilly, de los desper-fectos
sufridos en los muelles, así como de
haber aumentado seis pies las aguas del
dique, pero sin que se hubiera experimenta-do
el menor sentimiento en el malecón del
mismo, reduciéndose todo a averías de esca-sa
importancia y a la natural alarma que duró
varias horas, pues el fenómeno sísmico se
repitió por tres veces en la misma madru-gada.
Juan Antonio GÓMEZ VIZCAÍNO
Coronel de Artillería (retirado)
25.328.—Náufrago
Es de todos bien conoci-do
que la condición de
náufrago es el resultado
de un desdichado accidente de un buque
durante la navegación, que suele culminar
con el hundimiento y pérdida del mismo. Este
hecho va acompañado muchas veces, desgra-ciadamente,
de la muerte de todos o algunos
de los que iban a bordo. Y unos más afortu-nados,
los que han conseguido salvar su vida,
son los que conoceremos como náufragos. No
vamos a tratar aquí de los incidentes y efectos
ocurridos a lo largo del tiempo, pues, como
es obvio, se trata de unas cantidades realmen-te
incontables. Ni tampoco vamos a analizar
los que lograron salvar su vida embarcando
en un bote salvavidas. Así pues, nos limitare-mos
a hacer un ligero esbozo del trato que
recibían los náufragos a lo largo de la his-toria.
Como es natural, el náufrago que consi-gue
salvar su vida termina llegando a una
playa simplemente con lo que lleva puesto y
nada más. Y en esas condiciones ¿qué hacían
con ellos quienes los encontraban? Veamos
algunos ejemplos:
Antiguamente, los restos de un naufragio
eran propiedad del tesoro o erario público, el
propietario de las tierras o de los pueblos de
la costa donde se encontraran, en virtud del
imperante ius naufragii. En virtud de ella, los
náufragos quedaban convertidos en esclavos,
aunque este hecho fue cayendo en desuso con
la difusión del cristianismo.
No siempre el trato al náufrago fue inhu-mano.
En el Libro de los Muertos egipcio hay
una especie de letanía de obras buenas, y
entre ellas figura la siguiente: «Dí pan al
hambriento, agua al sediento, vestido al
desnudo y embarcación al náufrago». (Libro
de los Muertos, n.º 18).
Los tauros, habitantes de la Táurida,
actual península de Crimea, inmolaban a los
extranjeros en honor de Diana y, en particu-lar,
a los griegos que naufragaban en sus
costas o a los que habían prendido en
sus expediciones de piratería, y una vez consa-grados,
los sacrificaban, golpeándoles la cabe-za
con una clava. (Heród., 4, 103; II, 49-50).
A fines de 1102, una flota de peregrinos
procedente de Jaffa naufragó, perdiéndose
algunas naves cerca de Ascalón y las restantes
MISCELÁNEAS
388 Marzo