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TEMAS GENERALES
«... con todo secreto (que acá se le guardará con toda puntualidad) vaya
avisando V. sobre el estado en que lo hallase todo y lo que se fuese haciendo...»
Esto no era sino una muestra más de la obsesión que el conde-duque de
Olivares tenía con don Fadrique, al que no le importaba dinamitar la lealtad
y confianza que debe existir siempre en el supremo mando de una escuadra
al ordenar a su subordinado que auditara su proceder en el alistamiento de
aquella, todo con la esperanza de detectar cualquier error u omisión que
justificara su procesamiento.
Al año siguiente, concretamente el 12 de agosto de 1627, nuestro protago-nista
contraería matrimonio con Elvira Ponce de León, hija de Luis Ponce de
León (14).
La pérdida de varios galeones «de la plata» de la Flota de Nueva España al
mando de Juan de Benavides Bazán a manos del corsario holandés Piet Heyn
(pie de palo) en 1628 hizo que al año siguiente se le ordenara a don Fadrique
que se dirigiera a Cádiz con el fin de alistar los 17 galeones de los que consta-ba
su Armada del Mar Océano y acompañar en su periplo a la flota de la
Carrera de Indias del general Martín de Vallecilla, compuesta por doce galeo-nes
y tres pataches.
De nuevo don Fadrique se negó a obedecer, aduciendo que un pleito impor-tante
en curso en Madrid se lo impedía. Tras reiteradas conminaciones del
conde-duque de Olivares, en el mes de abril viajaría a la Tacita de Plata para
cumplir con lo mandado. Esto no significó que los preparativos se hicieran de
manera improvisada, pues prueba de su buena planificación son las Instruccio-nes
generales que en cincuenta y tres artículos Fadrique de Toledo redactó y
que resumían en lo esencial las directrices que su flota debía seguir en los
aspectos náuticos, guerreros... ¡e incluso espirituales!, pues empezaban así:
«Lo primero que se encarga, el que antes que se embarque, todos se
confiesen y comulguen, para que con este fundamento y principio favorezca
Dios nuestros intentos y los encamine a su servicio, y que ninguno sea osado a
embarcar mujer de mal vivir, ni otra ninguna sin licencia mía, ni se permita
blasfemias ni otros juramentos escandalosos, so pena que sea castigado con
mucho rigor...»
De esta manera, a mediados de julio abandonaban la barra de Sanlúcar los
galeones mercantes y de guerra. Una vez en aguas americanas, y tras
«limpiar» de filibusteros la isla Nieves, se dirigió con idéntico fin a la de San
Cristóbal, donde el corsario galo d’Esnambuc y el británico Warner habían
(14) Cuando murió don Fadrique, Felipe IV la eligió para ser camarera mayor de su segun-da
esposa, Mariana de Austria.
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