450 ANIVERSARIO DE LA BATALLA NAVAL DE LEPANTO
… Y sus horas la obediencia
La victoria de 1571 no pone fin a la guerra. Los otomanos reconstruyen las
galeras perdidas y reemplazan a sus marinos. Selim II asegura que Juan de
Austria solo ha conseguido chamuscar su barba, pero se equivoca: no es tan
fácil recuperar la confianza que hacía tan temibles a sus escuadras, ni
tan sencillo recrear el miedo que antes inspiraban. La guerra se atasca. En la
campaña del año siguiente, es el marqués, ¿quién si no?, el que consigue, en
duelo individual de su galera contra la de un nieto de Barbarroja, la única
victoria cristiana frente a Navarino. Sin embargo, esta vez hay algo diferente:
son los turcos quienes no se atreven a presentar batalla.
Rota la Santa Liga cuando Venecia firma la paz por separado en 1573,
España vuelve su vista al norte de África. El rey elige Túnez como objetivo.
El marqués prefiere Argel y, seguramente, tiene razón… pero obedece y hace
cuanto está en su mano por alcanzar un éxito que acabaría siendo efímero.
Con todo, los combates ya no tienen la importancia estratégica de los de años
anteriores. La situación en el Mediterráneo ha cambiado de forma decisiva, y
la amenaza otomana nunca volvería a ser lo que había sido antes de su derrota
en Lepanto.
En cambio, otros escenarios van haciéndose más y más importantes. En
1578 muere el rey Sebastián I de Portugal en la desafortunada batalla de Alca-zarquivir.
Se abre entonces una crisis sucesoria en la que el marqués de Santa
Cruz, que desde 1576 es capitán general de las Galeras de España, juega de
nuevo un papel decisivo, que comienza cuando refuerza Ceuta y Tánger para
impedir que se pierdan a consecuencia de la derrota portuguesa.
En 1580, las tropas españolas tienen que ocupar Lisboa para hacer valer
los derechos sucesorios de Felipe II, que es nieto de Manuel I de Portugal. Los
disputa el prior de Crato, que también lo es, aunque por línea ilegítima. Pero
Crato es portugués, y por eso le respalda parte de su pueblo. En la campaña,
terrestre y naval, el marqués de Santa Cruz está a las órdenes del duque de
Alba. Son dos personalidades fuertes y hay desacuerdos y diferencias de pers-pectiva
entre el marino y el soldado. Pero don Álvaro, como ha hecho siem-pre,
obedece lealmente al duque y pone todo de su parte para que la jornada
termine como todos esperan, con la coronación del monarca español como
Felipe I de Portugal.
Dos años después, la resistencia de los partidarios de Crato se ha visto
reducida a las islas Azores. Allí, protegidos por el Atlántico, encuentran el
soterrado apoyo de ingleses y, sobre todo, de importantes contingentes navales
y terrestres al servicio de Francia. Para la Monarquía Hispánica, es imprescin-dible
eliminar toda presencia hostil en una zona que sirve de recalada a las
flotas de Indias. Álvaro de Bazán recibe el mando de las fuerzas de mar y
tierra que tienen por misión reintegrar las islas a la soberanía de Felipe II. Es
la primera gran campaña que el marqués emprende como capitán general y,
318 Agosto-septiembre