450 ANIVERSARIO DE LA BATALLA NAVAL DE LEPANTO
que, a su libre disposición, se dedicara a controlar las posibles brechas que se
pudieran producir en la línea de combate. En realidad, más que una batalla
se trataba de cuatro condensadas en una, pues dada la calidad de las formacio-nes,
en cuña los cristianos y en media luna los musulmanes, la propia inercia
del combate llevaba a que cada sección de cualquiera de las formaciones
acometiera a la que tenía en frente, mientras el comandante de la fuerza de
reserva cristiana, no así el turco, lanzaba sus unidades donde consideraba
necesario como el quarterback de un partido de fútbol americano.
Por el norte, las naves de Barbarigo y Siroco fueron las primeras en entrar
en combate y la batalla no pudo empezar de manera más favorable para los
cristianos, pues a las 11 de la mañana, con las flotas a punto de acometerse, la
de Barbarigo había conseguido envolver a la de Siroco merced al granado
fuego artillero previo de sus galeazas y galeras de mando del que resultó heri-do
mortalmente el almirante musulmán. Con el viento a favor, las galeras
venecianas aplastaron a las turcas contra la costa y el ala izquierda otomana
resultó completamente aniquilada. La primera batalla se había saldado con
una victoria incuestionable, que además concedía una importante ventaja a los
cristianos, que pasaron a apoyar los otros dos frentes de batalla con las naves
venecianas.
Una hora más tarde el centro de gravedad del combate había pivotado a las
vanguardias, en medio de las cuales se desenvolvían las dos naves capitanas
dirigiendo cada una sus barcos contra los correspondientes contrarios. En esta
ocasión fueron las unidades turcas las que consiguieron romper la línea cris-tiana
y avanzaron por el centro en busca de la Real, insignia de Juan de
Austria, pero la maniobra fue neutralizada por la artillería de la Liga que
causó importantes daños en las galeras enemigas, aunque fue tal el ímpetu de
las naves otomanas que después de penetrar en el interior de la vanguardia
cristiana se lanzaron al abordaje. La batalla se convirtió en una melé sin
ningún orden táctico y el humo de los disparos y los incendios dificultaba aún
más la visibilidad, aunque no lo suficiente como para que la Real y la Sultana
de Alí Pachá dejaran de verse y decidieran acometerse; el momento supremo
había llegado, se enfrentaban la espada contra el alfanje, la cruz contra la
media luna, y la situación era favorable al turco que, a modo de guardia preto-riana,
llegaba rodeado y protegido por un tupido cinturón de galeras otoma-nas,
momento providencial en que de la espesura del humo surgió la Loba,
insignia de la escuadra de Nápoles al mando de Álvaro de Bazán que daba
paso a la escuadra cristiana de reserva, la cual se lanzó directamente sobre la
Sultana, que para entonces acababa de embestir con su enorme espolón
la amura de la Real. Las dos naves quedaron unidas por los garfios dando
paso al abordaje, siendo la situación todavía favorable a los turcos, pues sobre
la galera de Alí Pachá confluían continuos refuerzos de las naves otomanas
más próximas, mientras que la Real de Juan de Austria se había quedado aisla-da
y solo contaba con el apoyo cercano de una veneciana, y aunque los arca-
358 Agosto-septiembre