450 ANIVERSARIO DE LA BATALLA NAVAL DE LEPANTO
El soberano, Selim II, con un régimen de gobierno orientado especial-mente
hacia el pragmatismo, se consideraba, no solo uno de los más impor-tantes
entre los del mundo, sino también rey de reyes, monarca supremo y
emperador. Y, de hecho, no reconocería nunca este último título al mismísi-mo
Carlos V.
Las fuerzas otomanas fracasarán en el intento de tomar Malta en 1565,
pero más tarde triunfaron en Chipre con un imponente ejército y una flota de
360 velas, arrebatando la isla a los venecianos; con lo que, junto a sus bases
en el norte de África, se reforzaba su posición dominante en el Mediterráneo e
infundía terror en los países europeos. No obstante, la conquista de Chipre en
agosto de 1571 tuvo también un efecto no calculado, particularmente por el
cruel asedio de Famagusta donde envalentonaron a las potencias cristianas por
los excesos allí cometidos. Las masacres que hicieron sobre la población cris-tiana
fueron un componente importante para el ardor con que combatieron los
soldados de la Santa Liga en la batalla de Lepanto.
Por su parte, en el otro lado del Imperio, ya lejos de Europa, se había lleva-do
a cabo también otra ambiciosa conquista, la de Mesopotamia e Iraq. Aquí
destacó con sus dotes excepcionales militares el gran visir Ibrahim Pachá,
seguramente el más capacitado de todos los grandes visires turcos.
Desde luego, la expansión había sido apabullante y, de hecho, aunque no
estuviera escrito, ahora se esperaba de cada sultán otomano, para continuar la
tradición, una conquista brillante. En el frente continental el empuje otomano
pudo contenerse gracias a las tropas de apoyo de Carlos V. Pero en el maríti-mo,
el Mediterráneo se iba a convertir en la segunda mitad del siglo XVI en un
mar terriblemente inseguro, no solo por los ataques piráticos de los propios
turcos, sino por los de sus aliados, los temibles reyezuelos de los puntos clave
del norte de África, particularmente los de Argel. Aunque también hay que
tener en cuenta que los cristianos se dedicaron con profusión semejante a la
guerra en curso. De cualquier forma, una de sus pretensiones resume muy
bien el evidente peligro para los reinos de la cristiandad. Los turcos se decían
verdaderos enemigos del Imperio romano de Oriente y hasta del antiguo
Imperio romano en su conjunto (algo que han subestimado los historiadores
occidentales durante siglos). En esa tesitura, nadie sabía a dónde eran capaces
de llegar. De momento, el tiempo de la víspera de Lepanto va a ser el de máxi-mo
apogeo del Imperio otomano. Negros nubarrones, desde luego, se vislum-braban
para los cristianos sobre el azul horizonte mediterráneo…
2021 231