LA DECADENCIA NAVAL
OTOMANA TRAS LEPANTO
Agustín Ramón RODRÍGUEZ GONZÁLEZ
Doctor en Historia Contemporánea, académico correspondiente
de la Real Academia de la Historia
ON frecuencia se ha discutido en distintas épocas y
por diversos autores el carácter decisivo de la bata-lla
de Lepanto, al menos en el terreno estratégico,
pues en cuanto a los resultados tácticos del combate
no cabe la menor duda.
Y es bien cierto que, pese a la abrumadora victo-ria
de la Liga Santa, de ella no se derivó la espera-ble
explotación del éxito, traducida en la recupera-ción
de territorios conquistados más o menos
recientemente por los otomanos. En parte por las
desavenencias a la hora de formular objetivos entre
los aliados: Venecia, sus perdidas posesiones en el
Egeo y el Adriático; la Santa Sede, Tierra Santa y
España, el norte de África. Pero lo decisivo fue el
abandono prematuro y unilateral de la Liga por
Venecia, al aceptar una paz poco honrosa con Estambul, traicionando así su
compromiso con sus aliados.
Pero el hecho de que los otomanos se conformaran con retener lo conse-guido,
ya es buen síntoma de cómo había evolucionado la situación tras la
crucial victoria.
Se afirma que los arsenales otomanos y berberiscos, servidos por los grandes
recursos del gran Imperio, pudieron poner a flote una flota comparable en
número de buques a la perdida en la gran batalla en las campañas siguientes.
Pero una cosa era construir una galera, tarea relativamente sencilla y que
podía llevar menos de un año, y otra tripularla y equiparla convenientemente.
Y después de Lepanto, las galeras otomanas estuvieron faltas de remeros,
siguieron siendo inferiores a las cristianas en cañones y armas de fuego en
general y hasta tuvieron menos guarnición de soldados de la necesaria, por no
hablar de otras deficiencias.
Lo cierto es que en los dos años siguientes a Lepanto, la flota otomana
tuvo sumo cuidado en evitar un combate directo y generalizado con la cristia-
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