Balcanes. Podría decirse que la caída del Imperio otomano, que se produjo
definitivamente tras el fin de la Primera Guerra Mundial, comenzó a gestarse
en Lepanto.
En cuanto al combate naval en sí, si bien el impulsor principal de la victo-ria
cristiana fue Juan de Austria, pues suyas fueron las voces de mando que
llevaron a la Liga Santa a la victoria, las actuaciones del almirante veneciano
Veniero en el ala izquierda cristiana y de Álvaro de Bazán al frente de la
escuadra de reserva resultaron providenciales de cara al resultado final, sin
embargo, establecido el símil del fútbol americano con Álvaro de Bazán como
quarterback de las filas cristianas, si hubiera que elegir un MVP de la batalla
personalmente me inclinaría por la valiente y decidida actuación de los
tercios.
En realidad, en el aspecto táctico la batalla naval no podía tener mucho
recorrido, pues los planes originales se diluyeron a partir de las primeras
embestidas, convirtiéndose el combate en un enfrentamiento basado en el
abordaje, y en definitiva en la fuerza y bravura de unos y otros. En Lepanto la
superioridad entre la Cruz y la Media Luna se sintetizó en la pelea de las dos
fuerzas de mayor prestigio de la época: los afamados tercios españoles, que
mantenían a raya a media Europa, y los jenízaros, fuerza de élite del ejército
otomano dotada del mejor armamento y extraordinariamente adiestrada en su
papel, entre otros, de la custodia y salvaguarda personal del sultán.
A título particular, un soldado español embarcado en la Marquesa, galera
incrustada entre las de la república de Venecia, que respondía al nombre de
Miguel de Cervantes Saavedra, y que resultaría herido en un brazo, escribió
unas bellas palabras que sintetizan con extraordinario acierto lo acontecido en
el golfo de Patras el día de la Virgen del Rosario de 1571: «La más alta
ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los veni-deros
».
450 ANIVERSARIO DE LA BATALLA NAVAL DE LEPANTO
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