450 ANIVERSARIO DE LA BATALLA NAVAL DE LEPANTO
na» a Juan de Austria porque «habían comparecido» más de 200 galeras turcas
en orden de combate, es bastante más épica, bastante más noble y bastante
más emocionante que la de Drake jugando a los bolos. Y encima es verdad.
¿No habrá un artista que la pinte y un poeta que la cante? ¿No seremos noso-tros,
los marinos de hoy, capaces de hacerla valer?
450 años después…
Todo lo que ha quedado apuntado en este artículo y en muchos otros pare-cidos
deja sin responder una última pregunta, quizá la más difícil: ¿por qué es
importante para la Armada de hoy recuperar una figura como la del marqués
de Santa Cruz? ¿Qué supone Álvaro de Bazán para el marino del siglo XXI?
¿Es posible en la era digital identificarse con él y con sus valores?
No son frecuentes las horas de la hazaña en la época que nos ha tocado
vivir. Las destructivas guerras mundiales del siglo pasado, el arma nuclear, el
enorme desarrollo de los medios de comunicación y el reforzado poder de la
opinión pública han cambiado las estrategias militares, en las que hoy prima
la disuasión. El combate, el terreno donde más destacó Álvaro de Bazán, no es
ya la culminación de una política, sino la constatación de su fracaso.
En estas condiciones, que hay que valorar como afortunadas, la mayoría de
los marinos hemos tenido que conformarnos con vivir las otras horas, las de la
obediencia. Pero eso no significa que la profesión se haya vuelto cómoda, al
contrario. La defensa de la relativa paz que disfrutamos tiene a muchas unida-des
de la Armada muy activas en algunas de las zonas más calientes del plane-ta.
Es probable que la mayoría de las acciones en las que participamos no se
escriban con letras de oro en la historia militar universal, pero lo cierto es que
un número creciente de marinos ha ido teniendo la oportunidad de ver las
orejas al lobo. Un lobo pequeño, quizá; pero en la esfera individual, seguro
que no es tan diferente el saberse apuntado por un arcabuz, un fusil de asalto o
un misil tierra-buque.
No son solo las operaciones. La mar sigue siendo la mar. En la carrera del
marino de hoy, hay también margen para la ocasional hazaña en la respuesta a
las emergencias médicas o de seguridad, o en la reacción a los incidentes de la
navegación o el vuelo. Y, aunque en absoluto puedan compararse con las
gestas protagonizadas por Álvaro de Bazán, también las exigencias de la
preparación de la fuerza —porque sea el combate un fracaso o no, si se llega a
él es mejor ganarlo— obligan a asumir ciertos riesgos, que van desde la sere-na
evaluación de los límites meteorológicos a la determinación del grado de
realismo que queremos aceptar en la simulación de situaciones que en vuelo,
en la mar o en las prácticas de fuego real son inherentemente peligrosas.
Es probable, por ello, que a lo largo de la carrera militar —llegado a este
punto me excluyo porque mi tiempo ya ha pasado— muchos de los lectores
322 Agosto-septiembre