450 ANIVERSARIO DE LA BATALLA NAVAL DE LEPANTO
cristianos. Con las presas remolcadas volvieron los triunfantes españoles a
Mesina, donde fueron recibidos apoteósicamente.
Hicieron por entonces los turcos un nuevo intento contra Malta, que no fue
sino una sombra del gran asedio de 1565, tanto por la fuerza empleada como
por su escasa determinación. Apenas desembarcados hombres, artillería y
pertrechos, aparecieron por aquellas aguas las galeras de Octavio de Aragón,
ante lo cual los atacantes abandonaron en tierra cañones y pertrechos, reem-barcaron
a toda prisa y se dieron a la fuga, no sin que las galeras de Osuna
hundieran en la persecución una enemiga y apresaran otra. A tales niveles
había descendido por entonces la moral de lucha otomana.
Se nombró por entonces capitán general del Mediterráneo a Manuel Fili-berto
de Saboya, más por su alta cuna que por sus merecimientos. De nuevo y
como en Lepanto, se formó una Liga con el papado, que aportó seis galeras, y
otras tantas Toscana y la Orden de Malta, cuatro de Génova y 38 de España,
con un total de 60 y 12 naos con provisiones. Iban en vanguardia dos galeras
de Osuna, al mando de Diego Pimentel, que a cosa de nueve millas de Navari-no
se topó con otras dos otomanas. A la primera andanada española cayó la
entena de una de ellas, que se rindió en una hora de lucha, siguiendo luego la
otra. Se descubrió que eran, nada menos, las capitanas de Alejandría y de
Damieta; en ellas se produjeron 100 muertos y se hicieron 300 prisioneros,
liberándose a 400 cautivos cristianos.
Pero al oír el estruendo del combate, salieron otras tres galeras otomanas de
Navarino dispuestas a tomarse la revancha. Los soldados querían abandonar las
remolcadas presas y confiar en la huida. Diego Pimentel se negó a ello y, apro-vechando
las sombras de la noche, burló a las perseguidoras, entrando triunfan-te
en Mesina. Sin embargo, y aparte de este buen golpe, la gran expedición
logró poca cosa, seguramente por la inexperiencia del jefe supremo.
Victorias en el Egeo y ante Estambul
Por entonces, en agosto de 1613, Pedro de Aragón consiguió otra especta-cular
victoria en Chíos. Navegaba por el Egeo con sus ocho galeras cuando se
vio sorprendido por la aparición de velas enemigas. Los españoles estaban
fondeados en una cala y temieron ser atacados por la escuadra turca de 30
galeras que sabían patrullaba aquellas aguas. Pero la escuadra turca se había
dividido en tres agrupaciones iguales, y fue una de estas, la de Chipre y
Rodas, la que los atacó. De nuevo eran diez galeras turcas contra ocho espa-ñolas,
pero nadie dudó del resultado: de la primera descarga a bocajarro los
españoles hundieron la capitana enemiga, y luego tomaron siete más apresa-das,
huyendo las dos restantes.
Esta vez la victoria fue mucho más dura de obtener que las precedentes,
pues se registraron 226 muertos entre los españoles, pero se hicieron 1.300 al
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